XII. No te tengo miedo

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Marc y Eddie llegaron por mí a casa, es muy temprano y casi no dormí de lo ansiosa que me sentía, es la primera vez que Eddie viene, no sé porque estoy nerviosa, me despedí de mis padres, mi madre me abrazo fuerte, tome mi bolso y la cajita de los pastelitos de durazno, Eddie se da cuenta y sonríe disimulado, Marc tomo mi maleta y la guardo en la parte de atrás del auto, nos subimos, yo en los asientos de atrás y Eddie al frente junto a Marc quien conduce.

Pasamos por la estación de autobuses, es la salida de Amaltea, allí nos está esperando Jazmine, rápidamente Eddie se bajó y Jazmine ocupo el puesto donde él estaba antes, ella lleva un sombrero, empecé a reír porque parecemos unos fugitivos, se subió y me tendió la mano amistosamente en medio de los asientos para saludarme la tomé de inmediato, no paramos de reír por la emoción que nos invade, Eddie se subió a la parte de atrás junto a mí y finalmente Marc arranco el auto.

—¿Me trajiste pastelitos de durazno? —Pregunta Eddie con una amplia sonrisa pasando su brazo izquierdo por mis hombros para abrazarme y al mismo tiempo con su mano derecha husmear la cajita con los pastelitos que tengo sobre mis piernas.

—No, los hice de fresa porque sé que no te gusta el durazno —bromeo, dando una palmadita suave en sus manos para que suelte la cajita, hace una cara de sorpresa siguiendo mi broma.

—Qué bueno que sabes que no me gusta el durazno —dice divertido poniendo su mano en su pecho fingiendo indignación, soltamos una carcajada.

—Obvio que los hice de durazno, es mi fruta favorita —trato de retomar el aire después de reírnos —y obvio los hice por ti —lo veo a los ojos mientras abro con cuidado la cajita.

—Espera, no quiero compartirlos con ellos —pone su mano sobre la mía y me detiene, suelta una risita picara mirando a Marc y a Jazmine.

—Lo que sea que tengan ahí yo quiero —dice Marc y Jazmine empieza a reír mirándonos, Eddie levanta sus cejas mirándome, creo que si es en serio lo de no querer compartirlos.

—Tranquilo Eddie, hay suficiente para los cuatro —explico, Eddie hace un puchero, como si fuera un niño consentido, creo que fue inconsciente y me morí de ternura, tome su mejilla con mi mano izquierda y le di un pequeño beso en los labios que el correspondió de inmediato.

—Tú vas a ser el primero en comer uno ¿está bien? —digo como si estuviera complaciendo el berrinche de un niño pequeño, me sonrió de vuelta y continúe abriendo la cajita para sacarlos.

Claramente él se comió el primero, come feliz y no dice nada, le doy dos a Jazmine uno para ella y otro para Marc y cuando volví a acomodarme en mi puesto Eddie me miro mal frunciendo las cejas y yo empecé a reír mientras mordía mi pastelito.

—No les des más, con uno es suficiente —su tono es serio sin dejar de verme de la misma forma, seguí riendo y puse mi cabeza en su hombro.

Es un viaje largo, paramos dos veces a estirarnos y a comer, dormí varias horas, Eddie me abrazo para que pudiera acomodarme en su pecho, desperté de repente y parece que ya falta poco para llegar, estamos entrando a Himalia, empecé a ver por la ventana, es de noche y hay muchas luces, personas y autos, todo es muy distinto, luego de adentrarnos a la ciudad llegamos a un hotel, nunca antes vi un edificio tan alto, Eddie se baja para preguntar si hay habitaciones libres.

—Si, tienen varias libres —avisa Eddie en la ventana del auto de Marc, el asintió y en seguida Eddie abre mi puerta.

—A tierra señoritas —dice Marc y Eddie me ayuda a bajar dándome su mano, le sonreí mientras salía del auto, Jazmine también salió, por último bajamos las maletas de la parte de atrás.

—Pide las dos habitaciones mientas guardo el auto atrás —avisa dirigiéndose a Eddie, Jazmine está buscando algo en su bolso, mientras yo me quedo analizando lo que dijo Marc, un trabajador del hotel se acerca para ayudar con nuestras maletas y empezamos a caminar hacia la recepción, antes de llegar Eddie volteo a verme.

AMALTEA - Eddie Munson |  [1ra 𝑬𝒅𝒊𝒄𝒊ó𝒏]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora