Carlos:
—Respóndeme...¿es cierto lo que estoy pensando...?
Le exigí a Adrián. Este no se movió ni para parpadear. Parecía una simple estatua de yeso mirándome desde ahí abajo con ese par de ojos cristalinos por las lágrimas y las mejillas ligeramente coloreadas de rojo. Fruncí el ceño.
Un fuerte subidón de adrenalina poseyó todo mi ser y, como todavía el humano no me respondía a lo que le pregunté, pasé de estar aturdido a empezar a sentir una ansiedad severa por la necesidad de obtener una respuesta. Misma que podía notar corriendo por mis venas haciendo sacudir mi cuerpo de los nervios. De repente la respiración, el pulso y los latidos de mi corazón se volvieron erráticos.
Mi mente parecía una batidora tratando de procesarlo todo por mi cuenta pero no podía. ¡¿Por qué no dice nada?! ¡Ahora mismo parecía una cotorra hablando sin parar y de la nada ha decidido tragarse la lengua! ¡Que casualidad, no! ¡En el momento justo! ¡No no no! ¡Esto no puede ser! Necesito una respuesta para poder estar tranquilo. ¡Necesito una respuesta, ya!
No aguanté más su silencio y exploté perdiendo totalmente la paciencia y cordura. Lo aguanté por los hombros sacudiendo su delgado cuerpo como muñeco de trapo y lancé un rugido que, a todo pulmón, resonó en la calle.
—¡DIME ALGO CARAJO!
En ese preciso instante la eléctrica luz de un rayo cruzó el cielo y en fracciones de segundos el estruendo de un trueno nos dejó sordos a ambos. Cuando llevé mi cabeza arriba para ver, una gota impactó directamente encima de mi hocico y lo que comenzó con ella sola, desencadenó a continuación un fuerte aguacero que comenzaba a empaparnos.
Miré a Adrián que yacía todavía embobecido mirando las nubes grises, al parecer no le importaba en lo absoluto el que se estuviera mojando. Solté un suspiro para relajarme y sostuve su mano, él me miró. Yo no pensaba estar ni un minuto más aquí afuera. Es más, mientras todos los demás huían o se resguardaban en algún lugar, nosotros dos éramos los únicos idiotas que aún quedaban en la calle.
—Ven conmigo, vamos a buscar un lugar seco.
...
—No lo entiendo, a todo el mundo le gusta la lluvia. ¿Por qué a ti no?
—¿Es necesario que conteste?
Dije lo más seco posible mientras me sacaba de encima mi chaqueta de cuero café y la colocaba encima de la moto.
—N-No...
Resoplé al escucharlo estando más que harto. Genial. ¿Quién diría que el primer día que estoy estrenando la moto se decide a llover? Sé que esto no le hace nada pero, definitivamente no es de mi agrado. Milagrosamente ahora mismo nos encontrábamos debajo del porche de una dulcería esperando a que parara la lluvia, lo cual, parece ser que no será pronto. Cada vez esta se intensifica más.
Me saqué el pullover blanco que llevaba puesto y lo estrujé para sacar toda el agua que este contenía haciendo que así se pudiera secar más rápido. Como comenzaba a hacer un frío insoportable y tenía los pectorales al aire, volví a colocármelo rápidamente. Volteé la mirada hacia el humano, quien parecía ser el que peor la estaba llevando.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué parece como si estuvieras en medio de un terremoto?
—C-Carlos, e-eres tan divertido q-q-que me da dolor de estómago. ¡T-Tengo frío...! ¿N-No ves?
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DEPREDADOR [Gay/FurryxHumano] +18.
Romance‼️ATENCIÓN‼️ ¡Todos los personajes que aquí aparecen son MAYORES DE EDAD! Si el lector que está leyendo es menor de 19 años, por favor pido que deje de leer el libro para no causar problemas a futuros. ¡Esta historia no está destinada a PÚBLICO MENO...