Cap. #50: El Día de Carlos.

914 79 19
                                    

Adrián:

-Carlos, no tienes que seguir sintiendo culpa por lo que pasó. De verdad te lo digo. Cálmate.

Calmadamente le repetí por décima vez mientras ambos salíamos del cuarto de baño luego de haber tomado una ducha juntos para limpiar nuestros cuerpos del sudor y otros líquidos corporales que se nos habían quedado adheridos gracias a la intensa actividad sexual. Por supuesto, todavía le costaba a mis piernas caminar y una obvia incomodidad en mi trasero me recordarían por un buen tiempo de que, a partir de esta noche, había dejado mi virginidad tirada entre las sábanas de esa cama. Carlos no me perdía pié ni pisada, y hasta se sentó muy a mi orilla cuando tomé asiento en el colchón. Y por si lo preguntas, no, esta vez los dos estábamos portando ropa de dormir.

En su cara se veía que mi intentos para calmar su preocupación no estaban surgiendo ningún efecto. Él se había quedado bastante alarmado cuando el éxtasis de su gloriosa corrida se esfumó y se vió a si mismo con su mandíbula clavada como trampa para osos en la curvatura de mi cuello y hombro. La mordida fue tan profunda que otro balde de agua congelada le cayó en el rostro cuando observó que, al bañarnos, el agua que caía desde arriba de la ducha se mezcló con la sangre y de esta forma el suelo bajo nuestros pies se tinteó de rojo. Por esta razón no había parado de pedir que lo disculpara por haberse dejado llevar sin medir las consecuencias. Algo que me pareció lindo de su parte al principio, ¡pero que empezó a hartarme de tantas veces que lo ha repetido!

-¿Cómo me pides que me calme? ¿Eres medio tonto o qué? ¿No te has visto al espejo? Esa herida se ve muy fea. Tienes suerte de haber salido ileso. Pude haberte arrancado el pescuezo sin querer.

-Ya lo has dicho, "pudiste". Por fortuna eso no sucedió. ¿Puedes estar tranquilo?

-No. Déjame ver.

Chisté con los labios puesto que nada de lo razonable que dije bastó para impedir que el tigre me pidiera que voltease el cuello y comenzara a revisar la lesión con sus propios ojos. Ni siquiera puedo contar las veces que ya lo ha echo antes.

-Tsk, pensé que te iba a gustar. A las chicas les parece tan placentero recibir una mordida después del apareamiento. ¿Qué es lo que habré echo mal?

-Bueno, déjame decirte que si a ellas les gusta este tipo de cosas deben estar locas de la mente. A mí me pareció de todo menos placentero. Por favor, ya dejemos el tema. Lo importante es que disfruté mucho estando contigo. Mi cuerpo se siente tan bien ahora. Es como si me hubiera quitado un gran peso de encima.

Apoyé mi cabeza cerca del cuerpo del tigre y este pasó de lucir preocupado a soltar una diminuta risilla mientras me apegaba más a él. Rodeando su brazo alrededor de mí pude sentir los constantes latidos de su corazón. Ni siquiera escuché con claridad el disparate que Carlos había soltado ya que estaba con los ojos cerrados disfrutando de esta sensación de calma, tranquilidad y una alegría profunda. Podría morir aquí mismo que ni siquiera me importaría. No me había sentido de esta forma durante mucho tiempo. A salvo, querido y estando en familia como si estuviera en mi propio hogar con mis seres queridos. Como si estuviera en casa.

Casa.

El recordar esa palabra de momento me arruinó la alegría y un sentimiento amargo empezó a florecer de a poco cuando caí en cuenta de lo que estábamos pasando desapercibido. Convirtiendo todos los buenos recuerdos y experiencias que había tenido esta noche, en algo turbio y gris. Por lo tanto la sonrisa que decoraba mis labios se esfumó, provocando que me separara del tigre. Me levanté del colchón y caminé dándole la espalda a Carlos sintiendo mis ojos humedecer por la conmoción de esta realidad impactante. Tenía ganas de llorar y de ponerme a gritar ya que, aunque yo no lo había echo pensando específicamente en que eso iba a suceder, haber tenido sexo con Carlos no me mandó de vuelta a casa.

DEPREDADOR [Gay/FurryxHumano] +18.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora