Cap. #44: Entre el caos y la paz.

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Adrián:

Los ancianos dicen que; "desgracia llama a desgracia". Corroboré por mis propios medios la veracidad que contiene esa expresión y es que la situación actual que todos estábamos viviendo no podía tornarse peor porque todavía no había llegado el buitre a la carroña. No creo que mi suerte es tan mala como para volver a encontrarme con ese maniático chiflado, seguro es que el olor a caos y muerte lo atrajo cual tiburón al sentir el olor de la sangre esparcida por el mar.

—¡Permiso! ¡Déjenme pasar!

Aclamaba desenfrenado abriéndome paso a empujones entre la espesa marea de animales que habían llegado a la escena, los que habían pasado de la cantidad de veinte, a la cifra de alrededor sesenta y contando. Logré salir a puras penas de entre toda esa masa y sin pensarlo dos veces corrí a buscar al tigre con clarísimas intenciones de abandonar el lugar antes de que el otro sujeto supiera que yo estaba por aquí también.

La tarea se me complicó cuando caí en cuenta de la gran cantidad de tigres que también andaban rondando la zona, y como la mayoría eran quizás tan grandes y fuertes como el mismo Carlos, la verdad es que no sabía a cuál rayado poder dirigirme sin que fuese el equivocado. Fue un milagro que de casualidad creí escuchar el matiz de su ronca voz y entonces lo encontré metros hacia adelante hablando con lo que parecía ser un hombre cocodrilo, alto y fornido que traía una boina de colores llamativos en la cabeza. Enseguida corrí hacia ellos, tirando de la tela de la polera del tigre al llegar.

—¿Carlos, no crees que ya es momento de que nos vayamos? Esto está muy saturado de animales y no me está agradando para nada el ambiente que se ha formado...¿Oye por qué no me haces caso?...¡Carlos!

—¡¿Pero qué te sucede, niño?! Vete a molestar a otra parte, yo no me llamo Carlos.

Me quedé aturdido cuando escuché bien su timbre de voz y lo miré atento. Ellos se me quedaron viendo fijamente y reconocí que, en efecto, me había equivocado. El rostro de ese tigre no encajaba con las facciones de mi querido hombre gruñón. De echo él parecía mucho más mayor y sus ojos en lugar de ser rojos eran de un color verde claro. Retrocedí un paso seguro de que ellos dos me habían visto bien el rostro, pues se notaban realmente confundidos pero con un notorio interés en mi persona.

—Espera...¿Qué rayos eres tú...?

Pronuncié un bajito "disculpa" no respondiendo a su pregunta inicial y retrocedí mis pasos caminando con rapidez para alejarme. Incluso no me detuve cuando ellos dos me empezaron a llamar para que volviera con la mentira barata de que el felino sí que se llamaba Carlos, pero que se había confundido cuando le hablé. Cuando estuve lo suficientemente alejado de ese par de extraños volví mi vista atrás para asegurarme de que no me estuvieran siguiendo y exhalé un suspiro al ver que no lo estaban haciendo.

Mordí por acto reflejo la uña de mi dedo pulgar dándole un vistazo a todo mi alrededor. Más y más animales venían de aquí para allá, pero ni rastro del tigre que estaba buscando. Lo que empezó por un minúsculo grupito, ahora parecía el carnaval de Río de Janeiro ocupando toda la calle. Hasta el tránsito se había detenido. La policía también llegó y con ello procedió a evacuar todo el personal que se encontraba sacando fotos a orillas del contenedor, mientras que otros tres oficiales doberman se encargaban de bordear la zona con una cinta amarilla que ponía; "Prohibido el paso".

—Dios mío, ¿cómo te voy a encontrar ahora Carlos?

Dije, nuevamente echando una ojeada al caótico panorama. El escándalo proveniente de la alterada multitud que iba y venía, más las luces rojas y azules de las patrullas policiales que me iluminaban simultáneamente, sólo me estaban haciendo mucho más difícil poder concentrarme para ubicar al felino. Estaba desorientado. En este punto en donde el desespero sería tan fuerte, que atentaba con hacer que me pusiera a gritar si Carlos no aparecía de una vez.

DEPREDADOR [Gay/FurryxHumano] +18.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora