ANGEL FACE || KTH & JJK

XXX

Siete meses después:

— ¡Jungkook! — llamó exasperado el rubio, sus palmas de este quedándose estáticas frente a su rostro en un deseo de demostrar su paciencia y temples de seguir manteniendo la calma, un fuerte suspiro saliendo de entre sus labios segundos después — Tú sabes que te quiero mucho y todo eso, pero juro que, si no te quedas quieto, ¡te corto las piernas!

De acuerdo.

Puede ser que la paciencia no sea su mayor fortaleza.

— ¡No me grites!

Recriminó ofendido el menor con un marcado puchero, y aunque si bien estaba defendiéndose su mirada jamás abandonando el espejo de cuerpo completo frente a él, sus palmas acomodando los últimos detalles a su parecer.

Se veía hermoso.

Todos le decían aquello.

Sin embargo, él seguía creyendo que aquella palabra no lograba definirlo en su totalidad.

— Tiene razón, no lo grites — esta vez se metió Seokjin, su ceño fruncido regañando al omega pelirrubio que alzaba sus palmas rendido con todo esto — Pobrecito, ¿no ves que está nervioso? Compréndelo, no seas insensible

Aquello último logrando que ahora sí Jimin entreabriera sus regordetes labios indignado, y tan solo fue cuestión de segundos que tomó para que Jungkook se encontrara sonriendo de oreja a oreja gracias a que sus mayores comenzaron a discutir entre ellos era graciosa la escena, sin duda alguna.

Sin embargo, su mirada no siendo capaz de tan siquiera apartarse de su reflejo, la inseguridad sin desearlo tintando un poco en su ser, y fue inercia el de llevar sus palmas a recorrer con duda el fino ropaje que lo cubría, ropaje el cual estaba confeccionado con la tela más cara del Imperio, esto siendo cortesía se Junghyun, quien deseo consentirlo con aquel detalle al traerle a los mejores y más codiciados costureros solo para que confeccionarán a medida el traje de su día especial.

Era un detalle que Jungkook siempre recordaría, no solo por el hermoso resultado, sino más bien por la intención sincera que conllevo a darse tal acción.

Y era de admirar.

Oh, claro que lo era.

Porque aquella despampanante costura de su vestuario no podía ser considerado algo de poca relevancia, claro que no, más aún cuando era espectador principal de esta, el simple hecho de estar siendo cubierto con un pantalón blanco de la más fina seda y de tiro alto que ajustaba a la perfección su pequeña cintura y marcaba sus caderas con pedrería fina, haciendo este detalle una semejanza de estar portando un flojo cinturón de diamantes, está parte inferior en conjunto con una suave blusa del mismo color, tan fina y cálida al tacto que caía con gentileza por su piel dándole un aspecto puro.

Esta tierna imagen gozando como único contraste el detalle de la espalda, ya que esta se hallaba mostrándose translúcida con bordados en la tela, la cual le concedía un aura de entre lo angelical y el mismo pecado.

Y si creían que con aquello ya se veía fascinante.

Aún faltaba.

Este magnífico ropaje tan solo intensificando su glamour por aquella bellísima capa blanquecina que caía con gran extensión, su recorrido siendo desde la parte posterior de sus hombros pasando al cubrir su espalda por completo hasta terminar cayendo a sus pies unos cuantos metros de él, la blanquecina y partes translúcidas de tela, la cual contaba con diseños y pedrería siendo inigualable a la vista.

Se habían lucido.

Había quedado perfecto.

Más aún la particular joven que tuvo la brillante idea final de agregarle al traje una bellísima pedrería en cascada, exactamente pequeños diamantes de diversos tamaños, estos encontrándose sujetos encima de la capa para dejarse caer de entre sus hombros e ir en libre albedrío por sus brazos hasta tocar la misma altura de sus codos.