Capítulo 6.

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Llegamos a casa y todos se alteraron al verme.

Kai me dejó en mi habitación y no se fue sin antes darme otro golpecito en la frente como despedida.

—Disculpe por lo que voy a decir, pero es usted muy imprudente —confesó Mori, la madre que anteriormente se había ofrecido a ayudarme.

—Si, tiene razón —lo acepte.

—Permitame prepararle un baño con hierbas curativas, la ayudarán a relajarse y destensar su cuerpo.

—Bien. —Asentí.

—¡Necesito muchachos fuertes! —pidió cuando salió por la puerta.

Para ser madre tiene mucha energía. Supongo que la juventud no se la quita nadie, parece ser unos pocos años mayor que yo.

Minutos después Kai apareció con la tina. Al estar hecha con un material liviano lo hizo sin dificultad. Llenarla es lo complicado, siempre que tomo un baño hago ese trabajo sola, pero no estoy en condiciones ahora mismo.

—¡Joven, no es necesario que nos ayude! —dijo apenada Nana, ella es la que más antigüedad tiene sirviendo en la casa y la que consiente mis caprichos.

—Ustedes me dan una agradable hospitalidad, lo que menos puedo hacer es ayudar. —Tomó los baldes que ella tenía en la mano para volcarlos en la tina.

—Tiene razón —estuve de acuerdo.

—Señorita, la ayudaré a desvestirse. —Nana se acercó a mi.

—Ay, espera. —Abracé mi cuerpo aterrada —. Primero terminen de llenar la tina —indiqué avergonzada.

Kai se aclaró la garganta y salió de la habitación.

—Oh, disculpe —susurró entendiendo.

—Descuida —le resté importancia.

—Terminaremos con rapidez —aseguró levantándose para irse.

Tal y como dijo terminaron rápidamente.

Cerraron todo y me despojaron de mis prendas.

Me metí a la deliciosa agua tibia y aromática.

—Esto es genial. —Suspiré complacida.

—En mi puesto ofrezco estas hierbas, si las desea solo pidalas —informó Mori.

—Me aseguraré de hacer un gran encargo —aseguré relajada.

La puerta se abrió de repente sorprendiéndonos.

—¡Kiki también quiere! —Mi pequeña hermana se tiró de lleno dentro de la tina.

—¿Corriste por el pasillo desnuda? —consulté divertida.

—¡Kiki! —el grito de mi padre confirmó lo antes dicho.

Nos reímos divertidas.

—Deberías dejar de hacer eso si no quieres matar a nuestro padre —intenté sonar responsable.

—Es muy divertido verlo ponerse loco —admitió la menor encogiendo sus hombros.

Es por eso que dentro de la casa solo trabajan mujeres.

—Tienes razón. —Me reí tirandole agua en el rostro.

—¡Ey! —Kiki me devolvió el chapuzon.

—¡Pequeñas, el agua!

(...)

—¿Te sientes mejor? —preguntó Kai con sus ojos oscuros sobre mí.

Ya es la hora de la cena.

Hunter: Cazador; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora