Hunter: Cazador; Spreen

Capítulo 11.

(...)

—¿Por qué duerme tanto? —murmullos constantes hicieron que me despierte.

—Solo esta cansada —pude reconocer la grave voz de Kai.

—Ella nunca se cansa —Kiki habló preocupada.

—No estoy cansada —balbucee abriendo mis ojos.

—¡Ah! —Kiki saltó hacia atrás asustada.

—No estábamos espiandote —aseguró Kai con miedo.

—Pervertido —masculle.

—Te espero afuera. —Señaló la puerta mientras caminaba hacia atrás.

—¡Tara! —Kiki saltó a mis brazos —. Te amo. —Beso mi mejilla.

—Yo también. —Apreté sus cachetes.

—Kai cocinó su especialidad, vamos a comer. —Estiró la tela de mi ropa con insistencia.

—Esta bien. —Me estiré y solté un pequeño gemido.

Nunca me hubiera imaginado a Kai cocinando, ahora quedare con las ganas de verlo hacerlo por el resto de mi vida.

Fui al cuarto de baño para alistarme.

—Gracias por la comida —agradecí juntando las palmas de mis manos y una leve reverencia.

Tomé los palillos entre mis dedos y agarré un poco de fideos y hongos. Lo guié hasta mi boca y al tocar mi lengua me sorprendí ante los sabores deliciosos que explotaban y se juntaban en mi paladar.

Recordé los deliciosos platillos que preparaba mi madre e inevitablemente una lágrima se deslizó por mi mejilla ante todos los recuerdos que surgieron en mi cabeza.

—¿Tara? —preguntó Kai con preocupación —. ¿Te duele algo...?

—Esta muy rico —lloriquee interrumpiendolo —. Quiero casarme con alguien que sepa cocinar así. —Con mis dedos limpié las lágrimas.

—¡Me alegra oír eso! —papá saltó de la alegría —. Es la primera vez que menciona casarse, ya estaba preocupándome —dijo con una mano en el pecho.

—Que exagerado. —Bufé desviando mi atención de él para ponerla en Kai.

Sus dedos detuvieron el movimiento de los palillos abruptamente. Parecía estar mirando un punto fijo ido en sus pensamientos.

—¡Cásate con Kai entonces! Comería esto todos los días —rogó Kiki.

El calor subió a mis mejillas.

Mi padre tiene razón... es la primera vez que la idea de casarme pasa por mi mente y estoy segura que si Kai no hubiera aparecido en nuestras vidas no lo hubiese pensado en este momento. Él fue el detonante.

—No quiero casarme —balbucee arrepentida bajando la vista al cuenco.

Por un instante sentí los ojos de Kai puestos sobre mi aumentando el color de mi cara. Los recuerdos de anoche invadieron mi mente empeorando las cosas.

Estuve horas intentando calmarme después de ese estúpido beso en la frente.

Sin poder soportar la vergüenza me levanté en silencio para dirigirme al baño.

Abrí la puerta y entré sin siquiera tomarme el tiempo en cerrarla. Abrí el agua y moje mi rostro varias veces sintiendo lo fría que estaba.

—No pasa nada —susurré autoconvensiendome —. ¿Por qué te avergüenzas tanto?

¿Por qué mi rostro se pone rojo cada vez que pienso en Kai?

—¿Es mi culpa? —la voz grave irrumpió en el lugar —. Yo no se tratar con personas, no quiero incomodarte —comunicó —. Además... —su voz se fue apagando con duda.