Capítulo 23.

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(...)

Llorar toda la noche al menos sirvió de algo, ya no me queda ni una lágrima para derramar en frente de Kai.

Mi mente esta más despejada y sé que mantener la distancia es la mejor opción para los dos.

No estoy haciendo esto por un capricho, esto es por el bien de mi estabilidad emocional.

No voy a negar que me dolió en el alma no saltar con alegría hacia Kai cuando vi que por fin pudo salir de su alcoba y retomar su rutina diaria.

Seguro debe odiarme por esta actitud.

—¡Tara! —el grito de mi hermana menor me sacó de mis pensamientos.

—¿Qué? —Pestañee repetidas veces confundida.

—¿Podemos ir a almorzar a ese lugar hoy? —preguntó insistente.

Mi ceño se frunció levemente recordando nuestra pequeña zona secreta en el bosque.

¿Hace cuánto no paso tiempo con Kiki? Oficialmente también me convertí en una mala hermana.

—Claro, podemos ir. —Sonreí acercando mi mano a su pequeña nariz para apretarla —. ¿Quieres comer algo en especial? —cuestione sabiendo la respuesta.

—¡Onigiris! —pidió entusiasmada.

—Bien, entonces. —Asentí decidida.

Es momento de que vuelva a tomar el lugar de antes.

Ya no más girar alrededor de Kai. Yo soy una chica independiente.

Inevitablemente una punzada surco mi pecho al pensar en él.

Ni siquiera le dirigí la mirada desde que comenzó el día. Al parecer mi padre notó que esta vez era alto serio, por lo que no hizo preguntas.

Es mejor así. Ya se acostumbrará tarde o temprano.

Volví a sentir los ojos de Kai sobre mi. Ya perdí la cuenta de cuantas veces lo hice en tan solo veinte minutos.

—¿Hoy tomará sus clases, señorita Tara? —cuestionó dirigiéndose directamente a mí por primera vez en el día.

Yo simplemente negué con la cabeza sin mirarlo.

Tenía pensado seguir con el entrenamiento, pero inevitablemente volveremos a estar como antes si pasamos tiempo juntos.

No tiene sentido seguir con eso, porque cuando Kai se vaya ya habrá solucionado todos los problemas.

Escuché un suspiro profundo provenir de su parte.

Por primera vez puedo sentir una tensión densa y palpable en el ambiente.

Todos en este lugar son conscientes de que algo sucedió entre Kai y yo, debido a nuestra repentina distancia después de haber pasado más de tres días encerrados en su alcoba. Supongo que se acostumbraron a escuchar nuestras risas y tontas discusiones.

Una vez terminado el desayuno, me dirigí a realizar mis deberes sin esperar más.

En el camino, tuve que esquivar el cuerpo inmóvil de Kai que parecía querer decirme algo.

Tragué el nudo en mi garganta sintiendo el peso de mi decisión cada vez más.

La casa está inusualmente silenciosa. Agradezco internamente que todos respeten mi espacio y no me bombardeen con preguntas curiosas.

Ayudé en la administración de los materiales que tenemos para vender y de esa forma la mañana paso extremadamente rápida. Incluso tuve que correr de vuelta a casa para poder preparar la comida que me pidió Kiki.

A diferencia del resto, ella al ser una niña despreocupada e inocente, actuaba con total normalidad, ajena al drama adulto, pudiendo darme un respiro e instalar paz en mi pecho.

—¿Con este relleno es suficiente? —cuestioné mostrandole el onigiri.

—Perfecto. —Me mostró su dedo pulgar satisfecha.

—Bien. —Lo cubrí con más arroz, le di la forma triangular y se lo pasé a Kiki para que lo guarde en la cesta.

—¡Son muchos! —exclamó feliz cuando terminamos.

—¿Tú crees? —Fruncí mis labios.

Tal vez si se me fue un poco de las manos.

Kiki asintió y sus ojos se iluminaron de repente.

—¿Podemos llevar a Kai? —preguntó mirándome.

¿Por qué parece que se está refiriendo a una mascota?

Me reí levemente y acaricié su cabeza.

Me hubiera encantado poder ver a Kai en un entorno tan relajado e infantil como un picnic, pero ya no me es posible hacerlo.

—No creo que hoy sea un buen día para eso, Kiki —respondí con suavidad.

Kiki formó un puchero con sus labios y pude ver la clara decepción en sus ojos, pero de igual forma asintió sin reclamos.

Narra Kai.

No puedo quedarme de brazos cruzados viendo simplemente como ella se aleja de mi.

¿Por qué estoy haciendo esto?

¿En qué momento creí que seguir a dos mujeres hasta un bosque iba a ser una buena idea?

¡Soy un maldito cazador!

Se supone que debo usar mis habilidades para proteger a las personas, no para espiar a Tara por haberme dejado.

¡Porque si! Ella me dejó...

Fruncí mi ceño y negué con mi cabeza sacando ese estúpido pensamiento de mi mente.

¿Por qué digo que ella me dejó como si fuera una damisela con el corazón roto y lleno de rencor?

Definitivamente algo esta mal conmigo.

Miré hacia abajo teniendo un perfecto plano de Tara y Kiki sentadas en la manta cuadriculada de picnic.

Estoy enfermo, muy enfermo.

No quiero hechar culpas, pero Tara me enfermó. Solamente la estoy siguiendo para encontrar el momento perfecto para pedirle la cura.

Necesito sacarla de mi cabeza. En estas últimas semanas sonreí más que en toda mi miserable vida imaginando su rostro.

Agradezco que la estúpida máscara cubra todas mis penas.

—¡No, Kiki! —Tara reprendió a su hermana con diversión.

Su suave risa opaca incluso a los cantos más bellos de las aves de este lugar.

—¡Somos libres, Tara! Aquí nadie nos ve —exclamó Kiki con entusiasmo.

En ese momento mis ojos se desviaron a la niña y pudieron observar como la pequeña se despojaba de sus prendas superiores.

¿Qué?

Un poco impactado volví a posar mi vista sobre la mayor. Su sonrisa captó completamente mi atención haciendo que vuelva a relajarme.

Los ojos de Tara brillaban al ver a su hermana menor girando alegremente entre las flores silvestres, usando solamente su kimono interior, sin preocupación alguna.

—Tienes razón, Kiki —respondió, dejando escapar un suspiro de alivio—. Aquí podemos ser nosotras mismas —finalizó antes de también desvestirse.

¿¡Acaso estas dos están locas!?

¿Qué harían si un depravado estuviera viéndol...?

Un momento, yo soy ese depravado ¿verdad?

Me reí por lo bajo y bajé mi máscara hasta cubrir mis ojos.

Con escuchar su risa y voz animada es más que suficiente.

Hunter: Cazador; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora