Capítulo 5.

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Una vez terminó el discurso todos se apresuraron en volver a sus hogares y puestos de trabajo.

Al tener el brazo levantado para crear sombra en mi rostro pase desapercibida haciendo que algunos me empujen por su apuro. Lo contrario que pasó con Kai, al reconocerlo todos lo esquivaron con sumo cuidado.

Tanta gente rodeandome, empujones y, por último y no menos importante, el sol abrasador me hicieron perder el sentido.

La cúspide fue cuando una muchacha chocó su hombro con el mío sin el menor cuidado haciéndome perder el equilibrio. Terminé con mi culo en el suelo.

—¡Ten más cuidado, muchacha! —recriminó la voz de una mujer anciana —. ¿Te encuentras bien, cariño? —preguntó intentando acercarse a pesar de que iba en contra de toda la gente.

—No se preocupe, siga adelante, por favor —pedí intentando levantarme.

—¡Señorita, Tara! —gritó escandalizada llamando la atención de todos.

Las personas se detuvieron e inmediatamente bajaron sus miradas para ponerlas en mi.

—Si, lo siento. —Miré mi kimono que estaba siendo pisado por la misma chica que me tiró al suelo —. Si me disculpas. —Lo estiré bruscamente haciendo que esta se tropiece.

Finalmente pude levantarme.

—¿¡Está bien, señorita!? —preguntó otro aldeano preocupado.

—¿No debería estar haciendo reposo hoy? —preguntó una madre con su hijo en brazos —. Oh, se la ve mal. —Estiró su mano para ponerla en mi frente —. Si me permite, tengo una excelente medicina casera que la ayudará —ofreció.

—Si, seria genial. —Sonreí a duras penas —. Primero le pido que vaya a la sombra con su pequeño hijo, puede ir luego a nuestra casa —propuse.

—Ahí estaré, señorita. —Hizo una reverencia antes de retirarse.

—¡Deberías disculparte! —Un hombre tomó el brazo de la chica que me empujó.

—No es necesario el contacto físico. —Con simplemente levantar mi mano fue suficiente para que la suelte.

Observé a la chica.

Es alta, pero no más que yo. Sus ojos son celestes, totalmente contrario a los míos que son casi negros, al igual que su pelo rubio.

Dejaría pasar todo por alto de no ser por su arrogante expresión.

—Oh, no sabía que un miembro de la familia del amo tendría ese aspecto. —Tapo su boca con su mano fingiendo sorpresa.

—¿Qué es lo que quieres decir? —preguntó molesto un aldeano.

—Silencio, por favor —pedí —. Señorita, ser o no ser miembro de la familia real no es motivo para hacer de menos a una persona ¿o ya olvidó que el pueblo es familia? —recordé.

Pude ver un destello furioso en sus ojos. Este se fue al instante cuando pudo visualizar algo detrás de mi.

Fruncí el ceño y giré mi cabeza para ver lo que captó su atención.

Evité poner los ojos en blanco cuando reconocí la máscara de Kai.

—¿Estás bien? No pude acercarme antes por toda la gente, no quería lastimarlos —explicó estudiando mi rostro —. Uy, no te ves muy bien.

—Cierra el pico —ordené dejando de mirarlo para centrar mi atención nuevamente a la chica —. Con unas disculpas es más que suficiente —sugerí.

—Si, si, lo siento —dijo desinteresada —. Señor cazador, ¿le gustaría venir a mi posada a probar unos deliciosos dulces? —Puso toda su atención en Kai ignorandome.

Pequeña insolente. Y yo que estoy perdiendo mi tiempo, cada vez sintiéndome peor, para dejar bien las cosas y evitarle problemas con los demás aldeanos.

Una mueca de dolor surco por mi cara.

Mi cuerpo arde y mi cabeza está a punto de estallar, a eso sumemosle la terrible punzada en mi vientre y el tobillo por las heridas.

—Eh... yo... —empezó a decir nervioso Kai.

—Volvamos —corté su penosa actuación —. Permiso, por favor.

Todos, al escucharme, me abrieron el paso.

Apreté la herida de mi abdomen deseando llegar ya a casa.

—¡Oye, joven cazador! —la irritante voz de la rubia empeora mi malestar.

—¿Por qué no haces que cierre la boca de una vez? —pregunté mirando enojada a Kai.

—¿Necesitas que te lleve? —Observó mi mano posada en mi abdomen.

—No, estoy bien. —Aparté mi mano dejando a la vista una mancha de sangre que estaba empezando a colarse por la tela.

Eso, definitivamente, fue producto de la caída.

—Insisto, permitame ayudarla. —Posó su mano en mi espalda.

—No. —Negué con la cabeza.

—Si sigue así, más tardaremos en empezar con su entrenamiento —intento convencerme.

Es increíble como me trata tan cordialmente y de usted cuando le conviene.

—Esta bien. —Suspiré rendida apoyando mi mano en su hombro para que me levanté.

Delicadamente, pasó su brazo libre por debajo de mis rodillas para levantarme. Mi cuerpo se pegó a su trabajado pecho sin poder evitarlo.

Definitivamente todo de él debe ser majestuoso.

—Apresúrate ahora que no está mi padre, si se entera va a darme un sermón —comenté.

—Creo que se lo merece —opinó divertido.

—Callado te ves más bonito. —Acerqué mi dedo índice en donde calculé que deben estar sus labios para silenciarlo hipotéticamente.

Sentí su intensa mirada sobre mí y luego de unos segundos la apartó avergonzado.

—¿Cuando duermes te quitas la máscara? —pregunté interrumpiendo el silencio.

—¿A qué viene esa pregunta? —preguntó desconfiado.

—Curiosidad —conteste sincera —. No voy a ir a espiarte mientras duermes —lo tranquilicé.

—Eso me deja más tranquilo. —Rió haciendo vibrar su pecho.

Sonreí por su alegría contagiosa. Es cómodo pasar tiempo con él.

Hunter: Cazador; SpreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora