(...)
—¿Ya vas a salir? —consulté en voz baja.
No sé que hora es, pero ya no se escucha ningún sonido proveniente de afuera. Todos los aldeanos están en sus casas.
¿Serán las cinco de la mañana? No lo sé.
—Me siento mejor. —Asintió masajeando sus hombros y moviendo su cuello en círculos.
—Voy a buscar tu ropa para que puedas vestirte. —Me levanté soltando un quejido por lo bajo.
Salí del cuarto de baño y fui hasta el armario del dueño de la habitación.
Pude ver colgados kimonos y hakamas exactamente iguales.
¿En qué momento trajo todo esto?
¿Sería mejor que simplemente se ponga la ropa interior? Es más fresca que el kimono.
Abrí uno de los cajones encontrándome con las blusas y los pantalones interiores de color blanco. Tomé las prendas y por último abrí el cajón de abajo encontrándome con los boxers negros.
Nuestros ancestros no solían utilizar este tipo de ropa interior moderna, pero decidimos que era mucho más cómodo hacerlo. La gran mayoría se adaptó a este cambio y por lo visto los cazadores también.
Agarré todo y lo llevé al baño junto con una toalla.
Entré y dejé la ropa sobre una mesita cuadrada.
—¿Puedes solo? —consulté mirando a Kai.
—¿Quieres verme completamente desnudo, Tara? —preguntó divertido.
—Para nada. —Fruncí el ceño y así como entré, me fui.
Escuché la risa de Kai mientras me alejaba.
Tomé el kimono de Kai que estaba en el suelo y lo dejé doblado sobre un canasto con tapa redondo. También acomodé su futón para que pueda descansar cómodamente.
¿Tendrá hambre? Estuvo prácticamente todo el día sin ingerir alimentos y Kai no se caracteriza justamente por comer poco.
Me senté en uno de los almohadones esperando pacientemente a Kai.
¿Necesitará ayuda?
La puerta fusuma del baño se deslizó, dejando pasar el cuerpo de Kai.
Me levanté observando como realmente se encontraba en un mejor estado.
—¿Estás bien? —pregunté preocupada.
—Lo estoy gracias a ti, Tara. —Sonrió agradecido —. La fiebre siempre es la peor parte, ahora simplemente tengo que tolerar el dolor muscular unos días —informó.
Oh, esto aún no terminó.
—¿Tienes hambre? —consulté —. Puedo prepararte una sopa para que recuperes energías —ofrecí.
Él relamió sus labios y suspiró.
Se acercó a mi y elevó su mano para acariciar mi mejilla con sus nudillos.
—Deberías estar durmiendo, Tara —se recriminó a si mismo.
—¿Por qué te hace sentir tan mal que alguien se preocupe por ti? —cuestioné tomando su mano —. No podría dormir sabiendo que estas sufriendo solo —declaré acariciando su mano.
—No merezco tal preocupación —recriminó.
Mi ceño se frunció.
—Que nadie se haya preocupado por ti en toda tu vida no significa que no lo merezcas ahora —manifesté con seriedad —. Desde que llegaste a esta aldea estas condenado a recibir atención de mi parte, Kai —aseguré —. Así que no te sientas mal por algo que era inevitable —finalicé entrelazando nuestras manos.
Estas condenado a tenerme encima de ti hasta que te vayas, Kai. Te guste o no.
El cuerpo de Kai se tenso al sentir mis dedos enredarse suavemente con los suyos.
Su mano libre se elevó hasta su máscara y la levantó hasta dejar su nariz recta descubierta. Se detuvo con pesar al percartarse de lo que estaba a punto de hacer.
Un chasqueo molesto salió de sus labios y apretó su máscara con fuerza, incluso pude escucharla crujir levemente.
—Tara —se quejó por lo bajo pegando su cuerpo al mío —. ¿Por qué estas haciendome ésto, Tara? —susurró agobiado.
¿Qué estoy haciendote, Kai?
Su mano se alejó de su máscara y la colocó en la curva de mi espalda, abrazándome.
Mi respiración se detuvo sin saber que hacer.
¿Kai esta abrazándome?
Mi rostro chocó contra su pecho, escuchando su corazón latir desenfrenadamente.
Solté aire destensandome.
¿Está bien que se me junten estos sentimientos en mi estómago?
Es la primera vez que mi corazón esta tan inquieto como ahora.
¿Por qué estos sentimientos tienen que salir justo con él? Con un hombre que me es imposible conseguir.
Con pesar, levanté mi mano y la dejé descansar en el firme músculo de su brazo, aceptando completamente esta demostración de afecto.
Siento tantas cosas por ti, Kai, que me asustan enormemente.
Me asusta aún más que tú hagas estas cosas conmigo.
Me asustas, Kai.
Apreté su brazo intentando canalizar mis emociones.
Ninguno de los dos quiere separarse en este momento.
Siento como la palma de la mano de Kai, pegada en la parte trasera de mi cintura, cubre casi por completo el ancho de esta.
Todo su cuerpo es más grande que el mío y es la primera vez que alguien sobrepasa mi altura por tal vez más de dos cabezas.
Me separé de Kai muy en contra de mi voluntad.
—Voy a preparar la sopa antes de que sea más tarde —susurré con mi vista clavada en su pecho —. Enseguida regreso —comuniqué cuando dejó ir mi cuerpo.
Salí de la alcoba y corrí hasta la cocina.
Por suerte sé cocinar las cosas esenciales y definitivamente cualquier tipo de sopa es algo esencial.
En tiempo récord tuve la sopa lista y volví con Kai.
Ingresé a su alcoba y caminé con cuidado hasta dejar el tazón sobre la mesa baja en forma rectangular de madera, alrededor de esta se encontraban los zabutón para sentarse.
Kai se sentó encima de uno de los cojines con pesadez.
—¿Seguro que estas mejor? —dije inquieta.
—Estoy mucho mejor —aseguró tranquilizandome —. ¿Puedo pedirte una favor? —preguntó suavemente.
—¿Qué desea? —consulté a su disposición.
—Duerme un poco, por favor —pidió mirándome.
Mi cara se arrugó disconforme.
—¿Quieres que me vaya? —Pellizque mi labio inferior nerviosa.
—Puedes dormir en mi futón —propuso.
—¿Y tú donde dormirás? —cuestione como si yo no le hubiera pedido noches atrás que durmiera conmigo.
—Es bastante grande ¿no crees? —preguntó divertido.
—¿Quieres qué los dos durmamos ahí? —Miré la cama con el futón de tamaño king.
Por más grande que sea, me pone nerviosa saber que Kai va a estar durmiendo a mi lado.
—Solo si tu quieres —finalizó respetuosamente.
Lo miré con una expresión irritada.
—¿Por qué me pones en aprietos? —reclamé provocando su risa.
—Duerme conmigo, Tara —esta vez pidió con sinceridad.
—Entonces te espero en la cama. —Me despedí con la mano para irme a meter debajo del acolchado.
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Hunter: Cazador; Spreen
Hayran KurguTara vivía felizmente en su aldea, hasta que una extraña criatura amenazó con la vida de todos y descubrió que los antiguos dichos eran reales. Para su suerte, un cazador, que ella también creía irreal, aparece para salvarla. Los aldeanos le dan pos...