Prólogo

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-¿Estas segura amor?- el hombre habla en susurros, asegurándose que nadie además de su esposa escuche de lo que hablan. Se acerca a su oído y mirando alrededor para buscar alguna mirada sobre ellos, vuelve a hablar.- Es solo un bebé, no hará nada malo...y menos aun podrá decir algo de lo que paso o vio...creeme, dudo que la mocosa haya visto algo concreto en ese momento.

La mujer suspira, tiene la mirada vacía, perdida en algún recuerdo lejano y cercano a la vez. No siente remordimiento por los hechos a los que su esposo se refiere, incluso sonríe cuando recuerda el momento exacto en el que bebió la ultima gota de sangre del humano.

-Querido, no me importa si ella no puede hablar y delatarnos, la sangre de toda su familia era exquisita...me arrepiento un poco de no haber bebido su sangre también.- la mujer se encoje de hombros. Sus largos colmillos atrapan su labio inferior, clavándose en la pálida carne.

El vampiro mira a su esposa con estupor, nunca había imaginado cuan cruel podía ser ella. Pero entendía que era su naturaleza, los vampiros beben la deliciosa sangre de los humanos. Esa es la realidad, por mas cruel que suene.

Pero no podía apoyar a su mujer en la masacre que había cometido y de la cual estaba insatisfecha, ya que aun deseaba matar a la inocente criatura que él creía no debía de tener más de tres añitos.

-Vamos, encontraremos algun otro buen y apetecible aroma. Otra deliciosa sangre.- susurra en su oído al tiempo que muerde su lóbulo. Ella se apega más a su rostro, buscando sentir ese cosquilleo que solo él le provocaba.- ¿que te parece si nos olvidamos de esa renacuaja y seguimos con nuestro recorrido? Hemos estado demasiado tiempo en este lugar, ¿no crees que nos sentaría bien un cambio de ambiente?

Ella sonríe y voltea el rostro para besarlo. La había convencido. Ahora la pequeña sobreviviente del ataque vampiro podría vivir y crecer como debía ser. Lamentaba el haber arrebatado a toda su familia pero eran ellos o la familia humana, claramente debía velar por su propio bien. Al menos, podía convencer a su esposa de dejar a la menor.

-Vamos.- Tomando la mano delicada de su mujer abandonó el asiento tras la barra de licores. Ambos sentían la tensión en el ambiente, un olor nauseabundo, como a tierra y perro mojado llegaba hasta sus narices provocando muecas en sus pétreos y esculpidos rostros.

-Los lobos no nos quitan ojo de encima, cariño.- la vampiresa sonríe con suficiencia, alzando la voz al hablar. Era un desafío.- Ya largemonos de esta ciudad.

Parados a las afueras de la ciudad, quemaron sus documentos y demás poseciones. Todo lo que les relacionara con el lugar, con un potente perfume ocultaron su olor de los lobos.

-Ahora si. Marchemonos.- la mujer comienza a caminar por la vacía carretera. Su esposo dedica una última mirada a la silenciosa ciudad.

Cuidate pequeña pelirroja. No te involucres con lo sobrenatural otra vez...crece fuerte y hermosa.

Dejando su deseo en el viento y aunque fuera extraño en la luna, se alejo de ese lugar que tanto le gustaba pero no quería admitir y siguió a su esposa por la nueva ruta de su vida, hacia un nuevo destino.

Dos años después

-Tatsuya ¿qué fue lo que dije?.- la mujer se arrodilló frente al menor de sus hijos. Este la miro con arrepentimiento y un poco de culpa.

-Que no peleara con los otros niños.- repitió como si de una grabadora se tratase. Era la frase que su madre siempre le decía a la hora de ir al parque.

-¿Entonces por que lo has echo?- la joven mujer acaricio la mejilla del chico. Apartó el flequillo negro que caía sobre sus ojos para que la mirara.- hijo

-Lo siento, pero ellos empezaron...molestaron a una niña.- Tatsuya enfrentó la mirada de su madre, la encontraba intimidante. Ella era sin duda una mujer fuerte y dominante.- dijiste que debía cuidar a las niñas.

El menor levantó el rostro con orgullo, había respetado la parte más importante o eso creía él. La mujer acaricio la blanca mejilla de su hijo con el dorso de la mano. La sombra proyectada por el cuerpo de su esposo, por el padre del menor, los cubrió a ambos.

-Ya amor, no lo interrogues más.- el alto hombre se acuclillo junto a su esposa, el menor de sus hijos le tenia respeto por la forma amable que tenía al tratarlo.- Tatsu sabe que estuvo mal lo que hizo ¿Verdad? Eres mas fuerte y rápido que los otros niños

-Y podría herirlos, lo sé.- el menor respondió seguro, entendía perfectamente los riesgos de pelear con personas normales.- aun así no me arrepiento de lo que hice.

Dejando a sus padres con la palabra en la boca y totalmente confundidos, mejor dicho, asombrados por la seguridad con la que hablaba y expresaba sus pensamientos, se dirigió a donde estaban sus hermanos.

Los gemelos jugaban cerca del límite del bosque que colindaba con el parque, solían internarse en el cuando las personas retornaban a sus hogares. Era el lugar preferido de los tres niños ya que podían jugar en el. Podían transformarse, dos de ellos, y corretear con sus formas de lobezno entre los altos árboles, asustar a algún ave o liebre.

-Esos niños, aun no entiendo porque han tenido su transformación a tan temprana edad...solo tienen siete- la mujer se apoyo en el pecho de su marido. Con los brazos de este rodeando su cintura, podía sentir la respiración del otro en su cuello.

-Tal vez hay algo especial en sus destinos, quien sabe.- ambos observaron a sus tres pequeños hijos unos minutos más, hasta que ellos comenzaron a llamarlos con exageradas señas.

Riendo los adultos se acercaron al limite del bosque, amplias sonrisas se formaron en los redondos rostros de los menores. Cuidando que el parque estuviera vacío de ojos curiosos, se internaron en la espesura del bosque.




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