꧁​ᥴꪖ​ρ 5 ꧂

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Con la cabeza erguida, Jimin siguió al siempre presente Hoseok, que había venido a buscarlo para la cena.

Sus aposentos y el cubículo de lado, una especie de depósito,
estaban ahora limpios y arreglados. Él intentaba no pensar en los aposentos espaciosos de Hoedong-dong o en el solar, rodeado de ventanas con vidrios, donde acostumbraba a pasar la mayor parte del día.

Tal vez pudiese mandar buscar algunos de sus tapices favoritos para cubrir las paredes de Man Deok-dong y para alegrarse también...

Determinado a no alimentar pensamientos dolorosos, trató de concentrarse en los problemas inmediatos.

Después de cenar pediría que le preparacen un baño, decidió esforzarse y centrarse en detalles.

Quien sabe si se mantuviese su mente ocupada en asuntos banales conseguiría olvidar, por lo menos por un momento, el tamaño y la gravedad de su error.

Si, se había equivocado terriblemente, Jimin admitió por primera vez, aunque continuase negándole eso a Irene. Su plan había sido un completo desastre

porque se había basado demasiado en las reacciones de terceros.

Cuando el rey y el Barón Jeon actuaron de manera inesperada, todo se había ido al diablo.

En vez de ganar su libertad, sus actitudes lo habían condenado a vivir en ese lugar siniestro.

El sentido común le decía que debía haber escogido otro hombre como marido, pero le bastaba pensar en los caballeros de la corte para llegar a la conclusión de que hubiese continuado recibiendo a cada uno de forma definitiva.

La verdad era que prefería no haberse casado con nadie.

Y si la opinión de Irene fuese tomada en consideración, él permanecería siendo un doncel soltero.

La nana insistía en la idea que el Barón Jeon era un fantasma o un demonio, no una criatura mortal, con sangre común y corriente corriendo por sus venas.

Mientras arreglaban el cuarto, la pobre nana había repetido hasta el cansancio cada uno de los rumores que había oído sobre el Caballero Rojo, haciéndolo encarnar distintos papeles, desde el mismo diablo en persona hasta un fantasma que poseyó su cuerpo.

Jimin sonrió para sí mismo al acordarse de las tonterías contadas por su nana,
pues esas historias absurdas eran cómicas. Además; pensando bien en el asunto, tal vez no hubiese escogido tan mal. El Barón Jeon, de quien no había llegado a ver ni siquiera su rostro, podía ser un marido mejor que un hombre de carne y hueso.

Después de todo debía ser más fácil lidiar con una sombra
que con un noble arrogante. No, no era verdad.

El Caballero Rojo, fuese sombra o no, jamás se dejaría
dominar.

Siguiendo a Hoseok por un corredor frío y estrecho, rodeado de paredes de piedras
por todos lados, Jimin tropezó varías veces a causa de la oscuridad. Maldiciendo
en silencio, deseó ardientemente haber escogido otro caballero como marido.

Si hubiese optado por uno
de los nobles de la corte podría estar enfrentando otros problemas ahora, pero por lo menos sería capaz de ¡verlo! La noche eterna de
Man Deok-dong comenzaba a pesar sobre sus hombros como un fardo, frustrando cualquier
esfuerzo por mantener la pretensión de que vivía una situación normal.

Cuando Hoseok se detuvo delante de los aposentos principales, Jimin no se sorprendió. No era raro que el
Barón de un castillo cenase a solas en compañía de amigos íntimos o invitados especiales. Sin embargo no le gustaba nada estar de nuevo en la alcoba del Caballero Rojo.

꧁ᎬᏞ ᏟᎪᏴᎪᏞᏞᎬᎡϴ ᎡϴᎫϴ꧂ ꧁𝘬​ꪑ꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora