꧁​ᥴꪖ​ρ 6 ꧂

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Pero, mi lord, ¿Y todas esas historias que se cuentan sobre la sed de sangre que él parece tener, sobre la magia negra? ¿Y si es un demonio capaz de obligarlo a hacer toda su voluntad? 

- ¡Para con esto! Escuchar semejantes estupideces se vuelve cansado - Irene era una persona dulce, aunque ingenua y a veces hasta ignorante. 

Jimin se sentía un poco culpable por no conseguir retribuir el afecto que la mujer mayor le dedica con intensidad. 

- Vete a descansar - sugirió bajito, buscando calmar a su nana que retorcía sus manos afligida. 

- Bien, mi lord, pero me voy a quedar cerca - Irene no conseguía disimular su profunda aprensión, los ojos estaban tan abiertos que parecían querer saltar de sus órbitas - Si gritas, vengo corriendo a ayudarte. 

Jimin sonrió amargamente, sabiendo que aún la fuerza conjunta de un doncel y una mujer jamás sería suficiente para contener a un guerrero, especialmente a alguien de la estatura del Caballero Rojo. 

- ¿Y qué vas a hacer tú? 

Irene pensó durante unos pocos segundos, entonces levantó el mentón determinada. 

- ¡Puedo golpearlo en la cabeza con algo! 

- ¿Y después qué?

- ¡Después huiremos bien lejos, mi lord! - ella respondió ansiosa - ¡Huiremos de este castillo siniestro y quedaremos libres de este demonio para siempre! 

- Seremos un doncel y una mujer, perdidos en una región que no conocemos, en pleno invierno. ¿A dónde iremos? ¿Ves que no hay escapatoria? 

- ¡Podemos buscar refugio en el convento más próximo! 

Jimin abrazó a su nana con cariño, no queriendo destruir los pocos sueños que todavía pudiesen confrontarla. Por otro lado la idea de asesinar a su marido con seguridad no sería aceptada de buen grado por el rey. 

- Lleva tu catre al aposento de al lado y trata de descansar. Estoy seguro de que todo parecerá menos sombrío mañana. 

Tan pronto Irene salió, Jimin encendió la chimenea. A pesar de sus palabras valientes, precisaba apartar la oscuridad de cualquier modo y todas las velas que Hoseok le había dado habían sido usadas, especialmente cerca de la cama. Por fin, se quitó la ropa y se acostó. 

Recostado sobre las almohadas, 
aguardó la llegada del barón. 

El tiempo pareció arrastrarse con una lentitud exasperante y Jimin deseó no haberse apresurado tanto en salir de los aposentos del Caballero Rojo. Por lo menos si hubiese cenado, hubiese postergado por algunas horas lo inevitable. 

Esforzándose por mantener la calma, Jimin buscaba convencerse de que los temores de Irene no pasaban 
de ser fantasías absurdas, sin ningún fundamento. Su marido no era un demonio, sólo un hombre, un ser humano común, de carne y hueso. 

Pero el pensamiento de nada le servía para tranquilizarse porque estaba a la merced de un desconocido, alguien de quien ni siquiera había visto su rostro. 

Pero más allá de eso, el barón no lo quería como esposo. El hecho lo puso al borde del pánico. Él sabía que el barón estaba furioso por haber sido escogido y obligado a aceptar una imposición del rey. 

¿Y si el Caballero Rojo decidiese demostrar todo su enojo en la noche de bodas sometiéndolo al peor tratamiento posible? Ahora que el momento del ajuste de cuentas estaba cerca, Jimin deseaba no haber discutido tanto durante la cena... o haber abandonado los aposentos del barón de forma tan brusca y 
maleducada. 

꧁ᎬᏞ ᏟᎪᏴᎪᏞᏞᎬᎡϴ ᎡϴᎫϴ꧂ ꧁𝘬​ꪑ꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora