Sienna, nuestra historia.

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Capítulo 11- Ojos que no ven.

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Fueron corriendo hasta aquella sala, subiendo a los balcones, por donde comenzaron a ver la escena.

La castaña abrió los ojos.

Los cinco guardaespaldas, Gandía incluido, apuntaban a su madre y a Tokio.

Helsinki- ¡Tirad las armas, ratas!

Palermo- Me presento. Me llamo Palermo, y soy el atracador al mando acá, así que les ruego que apunten a mi pecho. Soy el blanco más valioso.

Gandía- ¡A ellas! ¡A ellas!

El argentino y la castaña se miraron desde sus respectivos balcones, que estaban justo al lado.

Ahí lo tenían.

César Gandía.

El peor hijo de puta con el que tendrían que lidiar durante un tiempo en el atraco.

Palermo- Bien, veo que tenemos unos segundos antes de empezar así que vamos a hablar de anatomía. ¿Qué les parece? ¿Sienna?

Se preparó para hablar, fijando su mirada en aquel escolta que se giraría nada más escuchar la primera palabra.

Porque reconoció su voz.

Sienna- El ser humano tiene dos ojos, y a diferencia del camaleón, los presenta fijos..

Palermo- En la parte frontal del rostro. Esto les deja en franca desventaja antes de comenzar un tiroteo, no lo parece.

Gandía- Dispara y tendrás a dos tías muertas. Tres, si me lo propongo.-miró fijamente a la joven.

Sienna- No, gracias. Prefiero vivir.

Palermo- Te hablo puntualmente a vos, Gandia.

Sienna- Que vas todos los domingos al stand de tiro, con tus amiguitos, intentando presumir de algo nuevo sin éxito alguno. Que para alimentar el nulo caso que te hacen tus amigos compras revistas de armamento, deseando usar todo el material algún día. Gandía, mi amor, llevas toda la puta vida esperando este momento para sobresalir, para ser el héroe que todos creen necesitar. Quieres ser el héroe para todos, pero se te olvida lo más importante: ser héroe para tu familia. Así que yo te propongo que pienses en tu hijo Juanito, en Marisa, y que bajes el uto arma.

El argentino le asintió, haciéndole saber que lo había hecho bien.

Gandía- Vale..

En cuestión de milésimas de segundos, el argentino logró ver como el escolta se daba la vuelta.

Se abalanzó sobre la castaña antes de que aquel disparo la asesinara.

Palermo- DIOS.

Sienna- ¡MARTÍN!-gritó al ver la cara del latino.

Sus ojos azules se encontraban cerrados, llenos de cristales y sangre por todos lados.

Las manos de ambos temblaban, por miedo, por dolor, por ambas...

Sienna- Martín, Martín, por favor eh.

Estocolmo- ¿Qué ha pasado?

Sienna- ¡Tiene los ojos llenos de cristales!-gritó llorando.

Al escucharla y pese al dolor y mareo que sentía por lo ocasionado de aquel disparo, le habló.

Palermo- Cris.., no llorés, tranquila. Un ataque no...

Sienna- Te vas a morir, Martín.

Palermo- No, no lo haré. Necesito que respirés.

Helsinki- ¡Busca camilla!-le dijo a una Tokio bastante aturdida.