Sienna, nuestra historia.

12

Capítulo 12- Palermo.

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Milán- ¿Qué haces aquí?

Sienna- Robar.

Milán- Ya, eso ya. ¿Cómo has entrado?

Sienna- Con ayuda.

Milán- ¿Con ayuda de quién? Porque papá no te permitió entrar.

Ella se quedó en silencio.

Sabía que la posibilidad de que su hermano se encendiera y enfadara al saber la identidad de la persona que le ayudó.

Ni pensaba ni quería arriesgarse a que eso sucediera.

Milán- Te lo voy a preguntar una sola vez más. ¿Quién cojones te ha ayudado?

Sienna- ¿Prometes no enfadarte?

Milán- Sí.

Sienna- Martín.

Milán- ¿Cómo?

Sienna- Sí.

Milán- ¿¡Pero a ti cómo cojones se te ocurre aceptar su ayuda!? ¿¡Estás gilipollas o qué!?

Sienna- Has prometido que no ibas a enfadarte.

Él resopló, tragándose sus palabras por el bien de su hermana.

Milán- ¿Qué está pasando?

Sienna- ¿Qué?

Milán- Entre tú y Palermo, ¿qué está pasando?

Sienna- Nada.

Milán- Te deja entrar, se tira hacia ti para evitar que Gandía te disparara, le defiendes, ni has permitido que Tokio le interviniera. ¿Me crees tan gilipollas para pensar que es una simple casualidad?

Sienna- No, Sergio. Sólo tenemos una tregua.

Milán- ¿Desde cuándo?

Sienna- Desde hace dos días vino a la habitación.

Milán- ¿Perdona? ¿Estuvo en tu habitación?

Sienna- Sí, solo para hablar de la entrada.

Milán- No entiendo una puta mierda.

Estocolmo- La cirujana está aquí, Sienna.

La castaña se levantó, mirando a su hermano para ir hasta la biblioteca.

Al llegar, se encontró con una ciudad siciliana tumbada en aquella mesa de madera.

Sienna- ¿Cómo estás?

Palermo- No siento nada.

Sienna- En breve entrará la cirujana y...

Palermo- No montaré ningún numerito.

- Buenas.-se giró hacia ella.

Sienna- Buenas, soy Sienna. Necesito que opere a este atracador de urgencia.

- Recibido. ¿Detalles?

Sienna- Sí, por supuesto. Tiene los ojos y gran parte del rostro llenos de cristales. No ve absolutamente nada. Ni siquiera ve la luz de esta lámpara con enfoque.

- Entendido.

Sienna- Tiene un analgésico puesto ya que el dolor era sumamente...-le interrumpió.

- Sí, entiendo. Empezaremos. ¿Su nombre es?-le preguntó a él.

Palermo- Palermo.

- Bien, Palermo. Como ya tienes los analgésicos puestos, no hará falta la anestesia. Voy a sacarte los cristales. Necesito que te quedes absolutamente quieto.