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Capítulo 13- Sienna.

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Habían pasado cuatro horas desde aquel desmayo en la fundición a causa del golpe que el Gobernador le ocasionó con su empujón.

En todo ese tiempo, la joven se encontraba tumbada en la mesa, que simulaba una camilla de hospital.

Pero no estaba sola en aquella biblioteca.

Cerca de ella, había un argentino bastante nervioso por el sueño profundo de aquella castaña.

¿Cuánto más podría durar los efectos de esa medicación?

Daba igual si eran dos horas, o dos segundos.

Él no podía aguantar más.

Por su cabeza pasaban miles de momentos que tuvo con ella..

O mejor dicho, los que prometió tener con ella, y que nunca llegó a cumplir.

Flashback: 3 años antes.

Aquel día la lluvia se hizo más presente que nunca, por lo que ninguno salió del área del monasterio en el que vivían.

Fonollosa se había marchado temprano con rumbo a su nuevo atraco de guante blanco.

Esta vez, Martín no había querido acompañarle, y ella no lograba entender el motivo de esto.

Si algo apasionaba al argentino, era acompañar al infinito a su tío.

Eran las nueve de la mañana, así que decidió volver a dormirse, tras asegurarse de que su hermano seguía vivo, pese a la resaca causada por estar toda la noche en alguna discoteca florentina.

Sabía que no volvería pronto, así que tenía todo el tiempo del mundo para sonreír tranquila sin que nadie le despertara.

Pero se equivocaba.

Porque media hora más tarde alguien entró lentamente y sin previo aviso.

- Cris....

Ella se revolvió, dándose la vuelta.

- Cris, cariño...

Sintió una mano caliente en su brazo haciendo que se erizara su piel.

Abrió los ojos de golpe, sin siquiera moverse.

- Cris.., despierta..

Se giró, encontrándose de lleno con los ojos azules del argentino.

Sienna- ¿Qué haces aquí?

Palermo- Sé la clave.

Sienna- ¿Qué clave?

Palermo- El oro..

Sienna- ¿El oro?

Él resopló harto de la pasividad que tenía la joven por estar recién levantada.

Palermo- Vení.

La agarró del brazo, suavemente, arrastrándola hasta fuera de la habitación.

Sienna- ¡Oye!-se quejó- ¡Martín que estoy en bragas!

El latino paró en seco en mitad del pasillo, fijándose en ese detalle en el que no había reparado antes.

Palermo- Son lindas.

Sienna- ¡Martín!-gritó mientras volvía a ser arrastrada.

Llegaron hasta donde solían preparar aquel atraco, del que ninguno sabía si podría tener futuro.

Sienna, nuestra historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora