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Capítulo 5- Eres un mierda.

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Ese día amaneció demasiado temprano para la castaña.

No había podido dormir en toda la noche, porque sus pensamientos le jugaban una mala pasada.

Por un lado estaba la banda.

O mejor dicho, la supervisión constante de su madre, que cada vez estaba más cerca de saber la verdad sobre su hija, y el desconocido de su padre tomando un rol que, en opinión de la joven, no debería tomar nunca.

Ella tenía claro quién había luchado por ella a lo largo de su vida.

Y en ningún lugar había estado el de gafas.

Le daban igual las razones, y quizás era algo dura..

Pero no había tenido más de dos buenos días con el líder de aquellos atracadores, en los primeros 20 años de su joven vida.

Y por otro lado...

Estaba él..

El argentino tocapelotas, misógino, machista e imbécil que le recordaba a la peor etapa de su vida.

El peor error que cometió, que tuvo lugar hace cinco años.

Y que le llevó a tres años de dura depresión hasta tomar conciencia de ello e ir a una consulta psicológica.

En los últimos días, no había parado de dirigirle miradas extrañas a la castaña, algo que sin duda le ponía de los nervios.

Se sentía incómoda e incluso acosada por aquellos movimientos que su expareja, si es que se le podía llegar a considerar así, hacía adrede para llamar su atención..

Sí, opinaba que era patético de parte de un hombre maduro como él..

Pero eso fue lo que le enamoró de él.

Que pese a la edad adulta que tenía ya, su mente seguía siendo la de un niño pequeño.

Como la de su tío.

Aquel hombre que, a diferencia de su verdadero progenitor, siempre había intentado cuidarla.

Al menos hasta que vio aquel cuerpo, envuelto en esa bolsa de plástico, a las afueras de la Fábrica de Moneda y Timbre.

Y por él sería parte de aquel golpe que pondría contra las cuerdas a su país de origen.

Por eso estaba a las 6 de la mañana, siendo aún de noche, en aquella parte de la capilla, donde en tan sólo unas horas se llevarían a cabo las rutinarias clases de preparación al atraco.

Cogió sus apuntes, que no había tocado desde hacía tres años, aunque parecían verdaderos siglos ya.

Tanto, que le costó más de media hora entender todas aquellas fórmulas y el punto por el que se quedó la última vez que trabajó sobre ello.

Tras tres cuartos de hora intentando hallar la solución sin éxito alguno, notó una mirada en ella.

Levantó la cabeza, encontrándose con la persona que menos quería ver.

Palermo- ¿Necesitás ayuda?

Ella no respondió.

Estaba bastante incómoda con aquella respiración que chocaba contra su cuerpo apoyado en aquella mesa.

Palermo- ¿Vas a seguir sin hablarme?

Si..-pensó ella.

Dirigirle unas palabras a aquel hombre era alimentar más su ego, hacerlo crecer.

Sienna, nuestra historia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora