CAPÍTULO 9 | SWEET CHILD O MINE

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(***)

Ella tiene una sonrisa que se parece a la mía

Me trae recuerdos de mi niñez

Dónde todo era tan limpio como el brillante cielo azul

Cuando desperté, poco a poco me hice consciente de que la habitación estaba iluminada. Las ventanas estaban abiertas y las cortinas hacia un lado, dejando entrar toda la claridad y calidez del día. Fruncí un poco las cejas en medio de mi flojera por acabar de despertar y solté un bostezo.

En definitiva, no recordaba haber dejado las ventanas abiertas anoche. Por lo contrario, mi habitación siempre estaba oscura últimamente sea el día que sea.

Hice las sábanas a un lado y saqué mis piernas desnudas de la cama. Portaba un vestido sencillo para dormir, y pese a que tenía mucha piel expuesta, una calidez me abrazó. Caminé hasta la ventana y comprobé que el día estaba soleado y un poco caluroso. Lo cual me llenó de nostalgia, ya que cada vez que miraba por la ventana en días así, siempre veía a Daryl jugando en el patio con nuestros perros.

Lo cual me recuerda. Hace días que yo no juego con ellos.

Cuando me propuse cambiarme para bajar a desayunar, un papel blanco en mi mesita de noche llamó mi atención. Me acerqué y lo tomé en manos, curiosa.

El día está perfecto para que salgas de tu habitación por cuenta propia, ¿no crees?
De nada por abrir las cortinas. Espero que no te hayas quemado.

¿Andrew lo escribió? ¿O mi madre? Aunque era poco probable que ella haya entrado a mi habitación y luego haya escrito la nota sabiendo que nuestra relación no era la mejor últimamente. Así que opté más por pensar que esto había sido obra de mi guardaespaldas.

Minutos después, cuando me bañé y coloqué ropa cómoda, bajé hasta la cocina. Saludé a la cocinera como era de costumbre y se ofreció a hacerme el desayuno.

—¿Le parece bien unos omelettes y café? —preguntó con una sonrisa amable. Pude notar que le gustaba verme después de días sin haber bajado o comido como debía.

—Me parece bien, gracias —devolví la sonrisa. O eso intenté.

Cuando me disponía a desayunar una vez la comida estuvo hecha, la cocinera me dejó sola y en ese momento vi al mayordomo entrar a la cocina. Pero no estaba solo.

—Tiene visitas, Srta. Evans —dijo con su característica seriedad. Alfred me recordaba a uno de esos mayordomos de las películas. Pues tenía todo lo que se requería. Cabello canoso, anciano, rostro que jamás expresaba más que seriedad, y su caminar elegante. Ah, y su voz aburrida.

Egan estaba junto a él y me sonrió en modo de saludo.

—Está bien Alfred. Gracias.

Le indiqué que tomara asiento y le ofrecí desayunar conmigo. Pero se negó.

—Te teñiste el cabello —mencioné tomando de mi café.

—Sí. Ese rubio me estaba aburriendo —rió un poco—. A lo mejor ahora no dirán que me parezco a mi padre.

Reí.

—Tienes todo de él prácticamente —confesé—. Excepto que eres más simpático.

Rodó los ojos, dandome la razón.

—Ni que lo digas. Ha estado más pesado que de costumbre —soltó un bufido—. Necesitaba un respiro de él y todo lo que me tiene estresado. Por eso estoy aquí.

HEATHER: Promesas Rotas © [Primer Y Segunda Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora