Capítulo 15 | 7 RINGS

24 16 0
                                    

(***)

La felicidad vale lo mismo que unos tacones rojos

Extrañamente había despertado con un hambre atroz

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Extrañamente había despertado con un hambre atroz. Lo cual podría parecer obvio sí no había cenado anoche, pero en realidad me sorprendía el hecho debido a que últimamente había estado comiendo de forma forzada.
Miré el reloj en mi mesa de noche, el cual indicaba que eran las diez y media de la mañana. Volví a enterrar mi rostro en la almohada dispuesta a seguir durmiendo lo que restaba de la mañana aprovechando que Andrew no había venido a molestarme.

Y lo recordé.

Andrew siempre venía por mí a las nueve en punto para desayunar.

Pero anoche ni siquiera había llegado.

—Qué raro —murmuré, perezosa y adormilada. ¿Podría ser que ya haya llegado? Aunque de ser así, ¿por qué no había venido por mí?

Hambrienta y con mucho sueño, no quise quedarme con la duda. Así que me levanté como pude de mi cómoda y calentita cama para encaminarme al baño y así poder ducharme. Sin embargo algo en ese momento había acabado con las ganas que tenía de ir a buscarlo y quedarme solamente en cama.

Cuando me paré frente al espejo de cuerpo completo que habitaba en mi cuarto de baño de gran tamaño, desnuda, noté como mi piel pálida de más parecía amenazar con pegarse a mis huesos de las costillas y caderas. Mis piernas habían perdido carne al igual que mis brazos. No mucha, pero sí te detienes a mirar como yo lo hacía en este momento, el cambio estaba ahí. Notable.
Hice una mueca mientras miraba mi cabello suelto y largo caer sobre mis hombros de forma desordenada. Su brillo había sido reemplazado por un rubio opaco y descuidado. Y mi rostro, ¿qué decir? Me veía demacrada; mi piel pálida, ojeras profundas y labios resecos.

Ignorando como podía tales cosas depresivas, me metí a la ducha y mientras el agua caliente relajaba los músculos tensos de mi cuerpo y recorría cada poro de mi piel, a mi mente vino un chico cuyos ojos poseían una parte del cielo.

Andrew.

O Andy. Cómo lo había llamada esa vez de forma inconsciente.

—Mierda —murmuré avergonzada en cuanto recordé la escena que había hecho frente al instituto. Definitivamente no volvería jamás a ese lugar.

Y Andrew... él me había ayudado. Por un momento creí que dejaría de respirar y moriría allí mismo ya que jamás me había pasado algo así. Sin embargo, aquel chico frío, serio y que siempre se la pasaba dándome órdenes, dejó todo eso a un lado y me trató con paciencia y una compasión impropia de él.

HEATHER: Promesas Rotas © [Primer Y Segunda Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora