CAPÍTULO 3 | NEVER TOO LATE

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(***)

Incluso si te digo que todo estará bien

Aún te escucho decir que quieres acabar con tu vida

¡No! ¡Mi niña!

¿Qué es lo que le pasó? ¡Llamen a una ambulancia!

¡Heather, hija, no cierres los ojos! ¡Por favor quédate conmigo!

¡Señora, Lindsay! ¿Qué está pasando?

¡Egan! ¡Mi niña! ¡Mi niña está muriendo!

Abrí los ojos y me incorporé en mi cama, exaltada. Mi corazón latía un fuerza y mi cuerpo estaba un poco sudoroso. Observé con detenimiento mi cuarto: oscuridad. Apenas entraba una luz por la ventana.

¿Qué fue lo que sucedió?

Inconscientemente me miré las manos solo para comprobar que no estaban las pastillas.

—¿Se encuentra bien? —casi grité horrorizada al oír una voz en mi cuarto. Dirigí mi vista hacia la dirección de su causante, solo para encontrarme con la silueta de Andrew sentada en un sofá al otro lado de la habitación. Gracias a la oscuridad de ésta, no me había percatado de su presencia.

¿Qué hacía él en mi cuarto?

Al parecer mi rostro expresó la interrogante perfectamente, ya que él lo explicó con su habitual tranquilidad que a veces me resultaba inquietante.

—Te quedaste dormida en el baño luego de haber llorado. Y Te traje hasta tu cama luego de comprobar que no consumiste ninguna pastilla.

—No puedes estar en mi habitación —balbuceé, nerviosa.

—Solo quería asegurarme de que no intentará nada como eso otra vez.

—No pude hacerlo a la primera, Andrew. A la segunda me acobardé y ya no creo que haya una tercera contigo siempre cerca —señalé con brusquedad.

—La muerte no es la mejor opción, Srta. Evans —aseguró, acomodándose de mejor manera en el sofá de cuero rojo. La luz de la luna me permitía ver parte de su rostro y sus azules ojos que en ese momento eran lo que más resaltaban—. No en este caso, al menos.

Apreté las sábanas contra mi pecho.

—Tú no sabes como me estoy sintiendo, Andrew —repliqué—. Y mejor guardate tus consejos sobre lo que es mejor o no, porque no me servirán.

Él se quedó en silencio. Su mirada nunca se apartó de la mía. Me dio la sensación de estar analizándome, buscando las palabras correctas.

—No quieres acabar con tu vida. —concluyó.

Solté una risa sarcástica.

—Obvio no. Solo quise intentar volar aquella noche en la azotea del hospital, y hoy solo quise dormir para siempre.

Él no pareció inmutarse ante mis palabras llenas de sarcasmo.

—No quieres acabar con tu vida, Heather —repitió—. Lo único que realmente quieres es matar lo que está dentro de ti; el dolor.

HEATHER: Promesas Rotas © [Primer Y Segunda Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora