PRÓLOGO

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El gélido viento golpeaba bruscamente mi rostro, provocando también que las hebras de mi cabello se movieran en todas direcciones, cubriendo parte de él. Mi vestido azul estaba empapado gracias a la torrencial lluvia que no había dejado ninguna parte de mi cuerpo seco. Mis piernas y brazos desnudos estaban helados y pálidos, y posiblemente mis labios estaban morados. Pero nada de eso me importó. Después de todo, la vista de la ciudad era lo último que vería aquella fría noche desde la azotea del hospital.

¿Qué más queda después de la pérdida de un ser querido? Aparte de el sentimiento de estar ahogándose en dolor.

Esto era simplemente demasiado. El vacío en mí indicaba que todo lo que había sucedido era real.

Siempre fui ajena al sentimiento de perder a alguien, jamás creí que hoy sentiría al fin lo que se siente. Saber que jamás volverías a ver a esa persona era demasiado injusto. Y mucho más cuando su vida fue arrebatada injustamente.

Solo debo saltar y todo habrá terminado.

Mi vida dependía solamente de un paso hacia adelante. Miré hacia abajo, observando como las personas y autos parecían diminutos a la altura en que me encontraba.

Solo un paso más, y todo dolor habrá desaparecido...

No dolerá...

Ya no sentiré nada...

Tragué el nudo en mi garganta, sintiendo mis mejillas calientes gracias a las lágrimas que recorrían éstas hasta confundirse con las frías gotas de lluvia. Cerré los ojos y comencé a contar en reversa para tirarme desde aquel edificio.

Cinco...


Cuatro...


Tres...

Superarán mi muerte.

Dos...

Di media vuelta, quedando de espaldas hacia el vacío.

Uno...

Aún con los ojos cerrados, exhalé aire que sin darme cuenta había retenido en mis pulmones y extendí mis brazos para después dejarme caer hacia atrás, dispuesta a acabar con todo.

Y luego todo lo que sucedió lo sentí en cámara lenta; alguien tomó mi mano derecha y me empujó bruscamente hacia adelante de nuevo. Mi cuerpo cayó al duro suelo junto al de un desconocido.

Mis latidos estaban acelerados y mi mente se nubló por completo, impidiendo cualquier pensamiento coherente.

¿Qué acaba de suceder?

Apoyé mis codos en el suelo y posé mi vista hacia el desconocido que se quejaba a mi lado; él había caído de espaldas y yo boca abajo. Tan pronto su mirada azul se encontró con la mía, no supe qué hacer o decir.

Él evitó mi caída.

—¿Estás bien? —preguntó con la respiración agitada. Su mirada reflejaba preocupación e incredulidad. Como si no supiera lo que acababa de suceder.

HEATHER: Promesas Rotas © [Primer Y Segunda Parte]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora