1. El Principio

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Era un día como cualquier otro de Agosto. Seúl, Corea del Sur.

El clima era calido a pesar de ser temprano por la mañana, el cielo estaba despejado y aún cuando había una ligera brisa mañanera refrescando el ambiente, los habitantes sabían que no duraría demasiado antes de que el calor los azotara.

Hyunjin conducía un auto deportivo rumbo a su trabajo en una de las clínicas privadas más importantes de la ciudad. Estaba escuchando en el estéreo música clásica que lo distraía del bullicio del tráfico, aunque era bastante temprano aún, eso no impedía que se acumulará un número considerable de coches que se dirigían también a sus labores.

Ese día en especial, no era de su agrado ya que llegarían al hospital los nuevos residentes, lo que significaba que su trabajo se duplicaría al tener que estar instruyendo a los nuevos. Siempre eran unos jóvenes inexpertos que no sabían ni siquiera utilizar correctamente un bisturí.

Un total fastidio para Hyunjin quien fijaba su vista en las calles mientras analizaba la mejor manera de poner en práctica la nueva modalidad que el director del hospital había sugerido para ésa ocasión.

Eso era lo que pasaba siempre que el hospital se daba la oportunidad de aceptar a unos cuantos egresados, según la junta directiva era para tener talento nuevo y fresco. Para él no era más que una pérdida de tiempo, muchos de esos estudiantes no pasaban del primer medio año bajo su cargo.

Según la opinión de la mayoría de sus colegas, era porque era muy estricto. Según él, era porque no aguantaban trabajar de verdad. No es que fuera malo con ellos, simplemente los ponía a hacer las cosas enserio, a enfrentarse con todas las dificultades que un cirujano en turno tenía que día con día.

Muchos de ellos no estaban preparados para ver y tratar con pacientes accidentados que necesitan una reconstrucción inmediata de alguna extremidad, órgano o inclusive rostro. Ni mucho menos para lidiar con los familiares de aquellos que fallecen en sus manos. Ser médico, en cualquiera de las ramas, conlleva un grado de seriedad, ética y estómago de acero que no todos poseían.

Porque si bien, él trabajaba en el área privada de la clínica, también existía una parte de esta que era para el servicio público, dónde los seguros sociales si aplicaban y eran atendidos todo mundo. Para llegar a el área privada tuvo que empezar en la pública y ganarse su lugar demostrando sus habilidades.

Era por eso que no se las ponía fácil a los residentes que pasaban las pruebas para poder ejercer en el área privada. Él no había tenido la suerte de que la junta directiva le diera esa oportunidad desde el comienzo, ya que cuando él aplicó como residente, las prácticas en el área privada no estaban permitidas y tuvo que enfrentarse una gran cantidad de obstáculos antes de llegar a dónde estaba.

Era solo hasta después de muchos años trabajando en el área publica de aquel hospital que un doctor podría aspirar a trabajar en el área privada y así poder ganar un mejor sueldo.

Sin embargo; él, con apenas terminar su residencia, fue trasladado a esa área como cirujano para ahí continuar su especialidad hasta convertirse en lo que es ahora; un neurocirujano con apenas 29 años.

Por eso le fastidiaba trabajar con residentes que muchas veces resultaban unos totales inútiles. Le había pasado incluso que algunos se mareaban al ver la sangre, lo que era estúpido considerando que al elegir esa carrera lo que siempre estaba presente es precisamente eso.

Él reconocía que alguna vez también fue un residente joven, pero nunca fue tan inútil como los que le habían puesto a su cargo hasta ahora. De hecho siempre fue un prodigio de la medicina según las palabras de muchos de sus maestros, era por eso que a tan corta edad ya era reconocido por ser uno de los mejores cirujanos del país y jefe de departamento de cirugías del hospital, algo que no lograba cualquiera.

PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora