8. Ángel Libre de Alas Rotas

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La mañana siguiente, cuando Felix despertó, recibió un golpe de realidad tan fuerte que tuvo que mantenerse acostado con la mirada al techo por unos minutos, deseando que todo haya sido una pesadilla, un horrible sueño y nada más, pero al moverse un poco pudo sentir la suave manta rozar su cuerpo desnudo y esto solo le confirmó aquello que tanto temía.

Todo había sido real.

Las lágrimas no tardaron en salir de sus ojos, los cuales se veían hundidos después de los kilos que había perdido en ese par de meses, y sus extremidades comenzaron a temblar levemente debido a los sollozos.

El moverse le dolía, pero el dolor físico era insignificante comparado con el cargo de conciencia que tenía. Se sentía sumamente sucio y asqueado de si mismo. Además, su corazón estaba totalmente destrozado después de lo de Jeongin y Seungmin. En conjunto solo era un despojo humano desde dentro.

Con el cuerpo al descubierto se enderezó en la cama y un dolor punzante lo atacó de la cintura para abajo, dejándolo por un momento sentado con el torso inclinado hacia adelante. Aúnque no por mucho, pues apenas pudo observarse y ver algunas de las múltiples marcas que tenía su cuerpo de inmediato las ganas de vomitar le llegaron y corrió a tropezones hasta el baño a descargar su estómago dentro del inodoro.

Las muchas arcadas no sacaron más que los pocos restos de alimentos de la tarde anterior y agua combinada con saliva. Aún cuando su estómago se sentía vacío y ya no salía nada de su boca, se seguía sintiendo asqueado de si mismo. Por eso casi a rastras se metió a la ducha, ni siquiera le importó esperar el agua caliente, apenas sintió el líquido tocar su piel se talló con furia cada rincón de su cuerpo con la esponja de baño y mucho jabón.

La única imagen que tenía de su deplorable estado era la distorsionada que le proporcionaban los blancos azulejos de la ducha, más eso le servía de guía para saber dónde tallar.

Mientras lloraba hacía todo lo posible por limpiar todas esas marcas que solo eran la prueba del acto atroz que habían cometido con él, pero por más que tallaba no se quitaban, eran demasiadas y por todos lados, desde su cuello hasta sus muslos. Las que mas lo tenían asqueado era aquellas cerca de su pelvis y sobre sus muslos. Lo único bueno de haberse refugiado en su mente la noche anterior era que no tenía recuerdos tan vividos ni detallados de lo sucedido.

En su mente solo estaban las sensaciones de los besos, caricias y succiones. También recordaba el dolor e incomodidad de ser poseído por ese hombre y como le susurraba palabras que ni quiera recordaba con claridad, pero que seguramente también lo hubieran hecho vomitar.

Fue tanta su desesperación al recordar todo aquello que comenzó a utilizar sus uñas, rascando una y otra vez hasta que el agua comenzó a teñirse de un tenue rosa y su piel ardía con el simple toque del agua, aúnque eso no podía importarle menos.

Y así con la piel arañada, el corazón oprimido y su dignidad en el piso se dejó caer. Se permitió llorar a gritos y maldiciones en posición fetal bajo el chorro del agua, en un intento inútil de borrar aunque sea un poco de toda la suciedad producto de estar con ese repugnante hombre. Con el único pensamiento de querer desaparecer, de querer morir y liberarse de ese infierno.

No supo cuánto tiempo paso ahí, solo sabía que su piel estaba fría y sus dedos arrugados como pasas. Volvió en sí hasta que dejó de sentir el agua sobre él y como era cubierto por una toalla. Fue entonces cuando volteó a ver a ese hombre causante de todos sus males, el ser que despreciaba tanto.

Intentó levantarse y alejarse de él, pero el piso mojado no fue su aliado y estuvo a punto de caer de no ser por la ayuda de aquel hombre.

—Shh —le susurró —, tranquilo.

PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora