Epílogo

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Huir de los deseos del corazón es igual a huir de la muerte. No importa lo que hagas al final te alcanzará de una u otra manera.

Desde mi viaje a Corea me sentía asi, en una constante carrera tratando de evitar lo inevitable. Como si estuviera encerrado en una caja de cristal que se llena de agua poco a poco hasta el punto de sentir que me llegaba al cuello y que inevitablemente terminaría por asfixiarme si no hacía nada.

No importaba cuanto luchará, cuanto quisiera aferrarme a la idílica vida que estaba formando lejos de todo, algo en mi cabeza no dejaba de susúrrame que estaba en el lugar equivocado y más importante aún, con la persona equivocada.

Por eso me rendí, cai y cedí a mis más puros instintos. Deje que el ardiente anhelo me consumiera y me cegara guardando en lo profundo de mi memoria aquello que dolia, aquello que me impedía volver.

Irónicamente queriendo alejarme de aquella sensación de asfixia que parecía estarme matando decidí volver a donde realmente corria el peligro de morir. Donde realmente estaba en peligro inminente de perder la poca cordura que aun quedaba en mí.

Dicen que siempre vuelves a donde fuiste feliz, en mi caso es todo lo contrario. He decidido regresar al lugar donde comenzó todo mi tormento, donde mis esperanzas amenazaron por morir y donde empecé a caer en un pozo profundo del que no tenía consciencia.

Y aún sabiendo que este lugar era el inicio de todo, el protagonista de mis pesadillas y la razón de mis tormentos donde tantas veces añore la muerte.

Aun así…

Me siento más vivo que nunca.

El viento despeina mis cabellos, algunas aves sirven de música de fondo y desde mi posición logró ver como algunas flores emergen de pequeños arbustos en el suelo. Ni siquiera la piedras bajo mis zapatos causan incomodidad, tampoco lo hace el olor a humedad o el polvo que se pega a mi ropa.

Después de todo son cosas insignificantes considerando que alguna vez sufrí por cosas peores aquí mismo.

Si alguien le platicara a mi yo del pasado que hoy estaría aquí mismo con una sonrisa en los labios seguramente diría que estoy loco. Y quizas lo estoy porque no hay otra manera de explicar esto que hago ni mucho menos esto que siento.

Solo un loco desquiciado, sin ninguna pizca de cordura o de sentido de lo correcto haria lo que estoy haciendo ahora, pero ¿de qué otra manera podría obtener aquello que más desea mi corazón?

Solo siendo un maldito desquiciado es que podría estar al lado de quien se adueñó de cada parte de mi ser, de cada latido, de cada aliento, sueño y pesadilla.

Solo estando loco podría considerar correcta la manera de amarlo.

Con eso en mente me aproximó a la cabaña, la vez anterior me quede paralizado al solo verla. Ahora es diferente, tal vez porque sé lo que me espera dentro.

Los muebles siguen cubiertos por mantas y el polvo abunda por doquier, supongo que ya habra tiempo de encargarnos de eso después. Ahora hay cosas mas importante por hacer.

Me desprendo de mi chaqueta y la dejo sobre la encimera de la cocina. Arremango mis mangas hasta los codos y tanteo en mi bolsillo la llave que abre la habitación del fondo. Está cerrada solo por mera precaución, solo para darle más dramatismo a la situación.

Ésto es entretenido, la verdad no pensé que lo fuera a disfrutar tanto.

Cuando abro la puerta hace un pequeño rechinido, hago una nota mental de que debo ponerle algo de aceite más tarde porque el sonido me resultará molesto con el paso de los días. Para mi fortuna nada más se escucha, eso es bueno pues no quería empezar las cosas antes de tiempo. Quiero tomarme mi tiempo para disfrutar cada minuto.

PerdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora