De cierta forma no podía entender como terminé accediendo a quedarme con el papel de niñero en las mañanas y tener que tomar mis clases en la noche. No era específicamente un niñero sino solo el encargado de llevar a mi bondadosa hermana menor a la escuela para discapacitados. Se había ofrecido para enseñar en el instituto, edificio mejor dicho, como maestra y no le importaba no recibir ninguna bonificación. Admiraba la paciencia que tenía al enseñar las cosas más básicas a los niños y adolescentes, tomaba un lápiz y les dibujaba una sucesión de puntos para que ellos los unieran y así formar una letra del abecedario o un número. Era agradable ver como sonreían y celebraban al unirlos correctamente para luego recibir un caramelo como recompensa pero aún más agradable era ver que mi hermana lo hacía con tanto amor y entusiasmo que parecía que podía hacerlo el resto de su vida sin emitir queja alguna, no éramos muy diferentes.
Podía jurar que se sentía como un siglo esperarla en el pasillo del instituto aunque solo fueran cuatro horas las que tenía que esperar. Jugar Plappy bird definitivamente no me servía para quemar el tiempo, ese pájaro solo sabía magullarse el pico contra las columnas, una gran pérdida de tiempo. Di un vistazo a mi reloj que gracias al cielo marcaba las once en punto y en ese mismo instante la campana sonó y una ola de niños, niñas y adolescentes con síndromes que no podía descifrar se arremolinaron en los pasillos. Nunca pude memorizar el nombre de las enfermedades que padecían esos niños y adolescentes, los había estudiado en la preparatoria muchas veces pero solo para conseguir una calificación, a la semana ya lo olvidaba todo.
Cada niño que pasaban en frente de mí me dirigía una mirada rápida con algo de anomalía, ¡Vaya! Tendré que acostumbrarme a esto.
Tuve que esperar varios minutos a que mi hermana saliera, pero no lo hizo. Tendré que buscarla por mi cuenta. Bufé impaciente y entré por la segunda puerta a mi derecha y ahí estaba recogiendo papeles de cada pupitre.
- ¿Podrías apresurarte? Ya tengo bastante hambre Gemma -alzó la vista hacia mí con una de sus flamantes sonrisas-
- Oh, hola hermanito -rodé los ojos ante ese seudónimo-
- Te recuerdo que el mayor aquí soy yo -espeté y le dediqué una mueca cómplice-
Para ser sinceros solo le llevaba un año, hace unos días había cumplido veintidós años mientras que Gemma cumpliría los veintiuno en unos meses. No había pensado en su regalo, pero aún tengo mucho tiempo.
Se acercó a mí y me tendió una pila de papeles
- ¿Qué hago con ellos? -fruncí el entrecejo; eran dibujos de familias, quizás la que cada uno de los niños tenía. Algunos dibujaban bastante bien y otro solo hicieron garabatos pero el esmero que le pusieron nublaba los defectos-
- Son muy talentosos -musitó al verme observando los dibujos, asentí- Puedes colocarlos en aquel estante -me señaló un estante en la esquina de la habitación con más y más papeles, carpetas y otros útiles-
- Al llegar a casa tendremos que hablar del desastre que hizo tu odioso gato con mis camisetas -la miré desafiante pensando en mil maneras de deshacerme de ese mugroso gato persa-
- ¡Pukie no sería capaz! -protestó ella agarrando su bolso-
- Tengo pruebas hermana -le dediqué una mueca prepotente; caminé hasta el umbral seguido de mi hermana-
- Sé que estas mintiendo, Harry, tú solo buscas excusas para matar a mi gato -cerró con llave la puerta; reí por lo bajo, me había pillado-
- Cierra la boca y ya vámonos, mi estómago se está devorando a sí mismo.
Quería salir de allí lo antes posible y llegar a casa para engullir la comida de mi madre de un solo bocado y tal vez un doble plato a continuación. Gemma me detuvo justo antes de entrar al elevador.
- Harry, he olvidado mi carpeta de planeamientos en la sala, baja tú primero y espérame en tu coche, ¿sí? -asentí con mala gana, este no era mi día-
- Tendrás que conseguirte otro chofer si vas a tardarte tanto todos los días -le grité cuando ésta se alejó de mí- ¡Apúrate! -le grité de nuevo pero ésta me ignoró; demonios-
El elevador olía a sudor y en los altavoces se escuchaba una terriblemente aburrida canción clásica con la voz agonizante de una mujer, ¿estaba sufriendo un orgasmo? Al parecer sí. Al salir, una de mis botas se topó con una linda y gran goma de mascar recién masticada y aventada. Maldije. Este no era mi día.
Empujé la gigantesca puerta de vidrio y en el instante que salí choqué cuerpos con alguien haciéndolo caer en el suelo de la vereda, o más bien, haciéndola caer. Maldije en voz alta, llevaba una canasta de flores que ahora estaba casi vacía, las flores se habían regado alrededor de ella. Maldije nuevamente, la había golpeado tan fuerte que había caído al piso y yo terminé con un golpe en la nariz que dolía como la mierda. Este no era mi día.
- Fíjate por donde caminas, mujer -musité casi al borde de maldecir de nuevo-
- Ojala pudiera, bestia.
- ¿Te faltan lentes acaso...?
Me callé de inmediato al verla manosear el suelo para luego alcanzar un libro, su canasta y un... ¿bastón? Oh, demonios. Esta chica no podía ver.
Hola, este es el primer capítulo de mi primera historia, ojala lo disfruten tanto como yo al escribirla.
Voten y dejen sus opiniones por favor, es el mejor regalo que una autora primeriza podría recibir. Pueden publicar sus comentarios y preguntas en el muro.
Gracias de ante mano. S xx
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NUMB |h.s|
Fanfiction¿Te arriesgarías a intentar algo nuevo sabiendo que uno no conoce el rostro del otro? Harry accede a llevar a su hermana de Holmes Chapel hasta Manchester a un instituto para discapacitados todos los días, y no pensó encontrarse con una maestra de l...