Capítulo 25.

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Que difícil era tratar de ocultar la rabia interior que uno sentía cuando ésta se apoderaba rápidamente de cada músculo y fibra del cuerpo entero sin descartar ni una sola parte, estallando en nubes de ira comprimida. Agradecía tanto el hecho de que ella no pudiese darse cuenta de mi estado de ánimo repentino al haber leído ese nombre ya varias veces maldecido por mi lengua. Me caía como el periodo de una mujer en un acontecimiento especial. ¡Y era necesario exagerar!

La observé, estaba esperando a que le diese el teléfono para colocarle un tono predeterminado y así saber cuándo llamarme o cuando entraba una llamada mía. Le alcancé el aparato hasta sus manos las cuales espero hubiesen sentido mi inquietud a pesar de ser imposible. Pero era Jamie, capaz de sentir hasta lo inexistente.

— ¿Te gusta éste? —preguntó ella tocando un botón de los varios dejando resonar el sonido de un maullido. Fruncí el ceño.

—Solo elige el que más te guste —respondí tratando de que mi tono frívolo y seco no fuese tan evidente.

El sonido de un pedo irrumpió de repente.

Ambos explotamos en risas inconscientemente. No podía estar enfadado por algo del cual no tenía derecho alguno.

¿No lo tenía?

Oh, por supuesto que no lo tenía.

Jugó con el aparato un rato más intercalando entre sonidos extraños y graciosos a unos de animales mucho más graciosos como una rana y un cerdo.

Su cama parecía mucho más cómoda ahora o era la sensación de estar rodeado de su esencia lo que me hacía sentir tan seguro y sin ningún miedo a que su padre nos sorprenda y me eche por el mismo lugar por el que había entrado.

—Creo que me quedaré con el pedo —anunció ella presionando un botón, el más grande, lo que parecía haber sido el de aceptar.

— ¿Por qué el pedo?

—Porque así sabré si eres tú quien llama o si tenga que llamarte yo, tendré que distinguir el tono y éste es perfecto para ti.

—No pongas el pedo, pon una campana o algo más normal.

—Estás siendo incoherente. Fuiste tú quien me dijo que eligiese el que quisiera y eso hago —contraatacó rápidamente, tenía toda la razón pero aun así no iba a entregarme fácilmente.

— ¡Pero es un pedo! ¿Y si te llamo cuando estas en un espacio público? No creo que digan que no fuiste tú la que se echó uno.

—De acuerdo, de acuerdo, pondré una campana o lo que sea.

Suspiré, satisfecho de haberme salido con la mía esta vez. Pero dudaba que Jamie tomara en cuenta mi pedido de todos modos.

Una charla corta se apoderó de un lapso de tiempo que a mi parecer fue más corto que un chasquido de dedos. Cuando había mirado mi móvil para ver la hora, ¡menuda sorpresa la que me llevo! Faltaban quince minutos para que la primera clase empezara, tres llamadas perdidas de Liam, un mensaje y yo ya había olvidado el propósito de mi venida aquí. Mi concentración había abandonado mi cuerpo hace mucho, claro está.

Observé por el rabillo del ojo como Jamie aún estaba atontada con el aparato en sus manos, toqueteando los botones mientras varios sonidos se escuchaban. Aproveché para leer el mensaje de Liam.

"Yo sé que no le pasó nada a tu tía, solo quieres joderle la vida a Graham".

Contesté el mensaje enviado hace cinco minutos.

"Tienes razón, en parte. Pero cierra la boca".

Al instante recibí otro mensaje.

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