Capítulo 21.

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Las pulsaciones en mi interior aumentaban su velocidad con cada segundo que pasaba estando alrededor de su cautivadora esencia la cual se encargaba de capturar mis sentidos en su red de belleza y delicadeza pura. Estaba seguro, muy seguro que si me mantenía un segundo más completamente pegado a ella, tendré que pagar la factura una vez más y no quería que volviese a ocurrir.

—Perdón por haberte preocupado y no haberte explicado nada de esto antes —musitó, su voz dulce y sosegada reflejaba la tristeza que sus ojos no me permitían distinguir.

—Para eso estoy aquí, ¿no? —dije en el momento en que decidí alejarme un poco de ella.

— ¿No deberías estar en tu entrenamiento?

—Así es pero, casualmente pesqué un fuerte resfriado y la fiebre era muy alta —dije con suficiencia.

La vi fruncir el ceño. Había cubierto todo esto antes de venir aquí por una mentira que al día siguiente ya no importaría. Graham había creído cada palabra tras el teléfono dándome la tarde libre y justificando mis clases de la universidad a la vez.

— ¿Tampoco irás a clases? ¿Cómo haces eso? —preguntó, la curiosidad emanando de cada uno de sus poros.

— ¿Qué puedo decirte, Jamie? Soy un gran actor aún no descubierto.

Ella rodó los ojos.

—O te aprovechas de tu puesto en el equipo —dijo por lo bajo queriendo ocultar sus pequeñas risitas.

—O quizás soy un gran actor —espeté haciéndola reír un poco más pero no como me gustaría que lo hiciese.

—Como sea... puedes sentarte donde quieras —ofreció ella amablemente.

Estudié su habitación en un santiamén localizando una silla frente a un escritorio repleto de libros, papeles, lápices y una lámpara pequeña. Descarté esa idea, estaba muy lejos de ella.

— ¿Puedo sentarme a tu lado? —pregunté. La vi tensarse durante unos segundos pero al final asintió algo dubitativa.

—Confío en que no harás algo como para que te eche por la ventana.

Reí. Ella fue a sentarse en su cama sabiendo perfectamente donde estaba. Me senté en el borde manteniendo una buena distancia entre nosotros.

—No soy ese tipo de chicos, Jay.

— ¿De dónde vino eso de llamarme así? —preguntó con una pequeña sonrisa coqueta que pocas veces le veía.

—No lo sé. Pienso que es bonito. Jay... Jamie, no hay mucha diferencia pero si no te gusta...

—No importa, es... bonito —aceptó finalmente.

Ahora la sonrisa la tenía yo. Cielos, Harry, di algo antes de que pases tres horas sonriendo como idiota.

Suspiré profundamente.

—Jamie, me gustaría saber que sucedió después de... ese raro encuentro con tu padre hace unos días, ¿no te hizo nada malo por mi culpa? —me quedé allí esperando una respuesta mientras que mi mirada no dejaba de analizar cada gesto que hiciese.

—No, no sería capaz de eso. Me gané un buen sermón de varias horas de que creería que no entraría a clases por la maestra pero que nunca creería que no lo haría para estar con un extraño.

Fruncí el ceño.

—Pero si no somos extraños.

—Lo éramos, ahora no. Pero sigues siendo un extraño para él.

NUMB |h.s|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora