Capítulo 13.

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Me encontraba en el lugar de un barco pequeño navegando sosegadamente justo en medio del mar, cuando se encuentra con un remolino sin fin tragando todo a su paso, sin exceptuar al barco. Yo era el barco, sus ojos eran el remolino sin fin en el cual me hundía y me parecía hasta placentero ser engullido por tal remolino.

Si hubiese sabido que podía observarme y analizar cada uno de mis movimientos definitivamente hubiese flaqueado en aquel instante. Nuestras frentes se habían topado sin querer, esa fue la razón del por qué ella aún no se había movido de ese lugar y sus ojos seguían observando los míos sin darse cuenta siquiera que lo hacían. Nos habíamos quedado en esa misma posición durante tan poco tiempo pero que a la vez pareció toda una eternidad sin pausa y mucho menos un final.

Ese final llegó en cuanto decidió separar nuestras frentes en un intento de encontrar su bastón en el suelo. Lo palpaba sin éxito, la culpa repiqueteó una y otra vez contra mi cráneo hasta que decidí tomarlo del suelo.

—Fue mi culpa, lo siento —dije, claramente sentido.

—No importa, Harry.

Fue lo único que ambos pudimos decir antes de que, prácticamente me arrebatara su bastón de mis manos y lo colocase al otro lado del banco cerca de ella. Pero no fue lo suficientemente rápida como para que no me diese cuenta de la letra "J" grabada justo debajo del mango. La curiosidad me carcomía nuevamente.

— ¿Tiene una J grabada debajo del mango, cierto? —pregunto, apuntando hacia el bastón y bajando la mano al instante al recordar que ella no podía saber a dónde apuntaba.

—Así es —simplemente afirmó.

— ¿Puedo verlo?

En menos de un segundo su rostro se tornó vano y sin expresión alguna.

—En realidad, no dejo que nadie lo toque —replicó, humedeciéndose los labios.

—Oh, lo siento.

—No te disculpes.

Inmediatamente cedí, no quería forzarla a algo que no quisiese y menos si es algo muy personal

Tomó el bastón y llevó la mano hasta palpar la letra grabada en cursiva. Insólitamente, Jamie había esbozado una leve sonrisa al tocar aquella letra. A pesar del hecho de que no sonreía mucho, me pareció extraño e indagador.

—Lo valoras mucho, ¿no? —pregunté al ver aquella pequeña sonrisa dibujada en su rostro.

—Sí, ¿por qué lo dices?

—Es que... estabas sonriendo y me pareció extraño que lo hicieras con tan solo tocar el bastón —afirmé, con cuidado de no sonar inoportuno.

— ¿En serio lo estaba haciendo? —levantó una ceja en señal de confusión.

—Sí, ¿no te diste cuenta?

Ella negó con la cabeza varias veces antes de humedecerse los labios nuevamente.

—Este bastón fue un regalo de mi madre, poco después de quedar... así —hizo movimientos con las manos apuntando hacia sus ojos—. Cuando perdemos a alguien siempre nos deja algo material para hacernos creer que mientras tengamos eso, su esencia seguirá en la tierra, con nosotros. Al menos eso es lo que creo

Mi corazón comenzó a encogerse.

—Creo que tienes razón.

Es así como funciona, ¿no?, una vez que perdemos a alguien es cuando nos damos cuenta de que no les habíamos brindado el amor o la atención suficiente durante su vida terrenal, nos aferramos a las cosas materiales que dejaron y creemos que si las mantenemos cerca de nosotros será como si ellos mismos estuvieran a nuestro lado. Pero estaba seguro de que Jamie no era de esas personas que se daba cuenta de las cosas tarde. Algunos tal vez creerían que era una especie de pseudo-filósofa que no tenía base ni fundamento, para mí era todo lo contrario.

NUMB |h.s|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora