Capítulo 17.

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Cerré la puerta de mi habitación dirigiéndome hacia el baño, el cual estaba impecable todos los días gracias a mi hermana ya que como todo el mundo sabe ni siquiera se molestará en recoger sus calzoncillos del suelo. Bueno, tal vez no todos pero yo era un caso imposible de solucionar.

Fui a encontrarme con mi hermana en la sala.

Una equis roja fue trazada sobre uno de los treinta cuadros colocados en el calendario que mi hermana había puesto justo al lado del cuadro de claveles en el apartamento. Me preguntaba por qué tenía esa necesidad de tachar los días que habían transcurrido ya que, como sabía, mucha gente lo hacía y ella era una de esas personas. ¿Y si te olvidabas de tachar uno, dos o más días? Perderías la noción del tiempo o harías el ridículo. De acuerdo, era tonto debatir esto en mi cabeza.

Me acerqué a mi hermana.

— ¿Qué haces? —pregunté, esperando una respuesta obvia. Fue tonto preguntar eso.

—Contando los días para mi cumpleaños. Falta solo un mes y medio —comentó, con una resplandeciente sonrisa plasmada en su rostro.

Ahora que me ponía a pensarlo, y eso que últimamente pienso demsiado, había pasado más de un mes desde que conocí a Jamie, más bien, desde que la tiré al piso junto con todas sus cosas. No sabía cómo ella había aceptado ser mi amiga después de eso. Tal vez porque aceptó mis disculpas o por pura amabilidad. Nunca me lo dijo pero me parecía bien no saberlo.

Coloqué mi brazo alrededor del hombro de mi hermana alejando los pensamientos reflexivos.

—Pasen los días que pasen siempre seré el mayor —espeté con un aire de superioridad.

—Eso es más que obvio, hermanito. Solo estoy emocionada, no lo arruines —rodó los ojos.

—No lo hago, solo te lo recuerdo.

—Lo haces cada día.

—Y lo seguiré haciendo —solté una risa burlona, ella me dio un leve codazo en el estómago—. Oye, deja a mis tripas en paz —musité colocando mi mano sobre mi estómago.

—No.

—Qué mala eres —dije sarcásticamente.

—Lo sé —suspiró—. Sabes... me gustaría que para mi cumpleaños me dieras un gran regalo, no los cupones para el centro comercial que siempre me das.

Solté una risa.

—Es mejor regalarte algo para que tú puedas elegir qué comprar. Sabes que soy terrible para los regalos.

Sacó mi brazo de sus hombros.

—Pues este es mi cumpleaños número veintiuno, ya seré mayor de edad así que espero un buen regalo o no entraras a tu propio departamento en una semana.

Fruncí el ceño ante su amenaza, pero reí nuevamente.

—Eso es estúpido. Además, no sabes dónde escondo las llaves.

—Siempre la tienes en tu bolsillo —espetó, colocando sus brazos en jarras—. Sabes quién es la que lava la ropa aquí y siempre encuentra cualquier cosa en los bolsillos —espetó, me había ganado esta partida.

—Demonios, Gem —maldije, ella solo rió.

—Esperaré un buen regalo. Y recuerda, ya no más cupones —advirtió, levantando el dedo índice. Asentí de mala gana.

Mis ganas de seguir con este tema que no nos iba a llevar a un buen lugar estaban por el subsuelo. A excepción de una pequeña parte de mí que quería seguir escuchándola, tal vez solo mi lado bueno el cual era minúsculo. En síntesis, no tenía problemas pero tampoco tenía todo el día. Hoy me había levantado de un buen humor y no sabía el por qué.

NUMB |h.s|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora