El día D

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Minho

Vamos a su casa para ducharnos y entrar en calor porque hacia las tres vuelve a refrescar. La casa está vacía, porque aquí todo el mundo entra y sale cuando le viene en gana. Busca agua de la nevera, unas galletas saladas y guacamole y lo sigo hacia la planta de arriba. Sigo húmedo.

La habitación ahora es gris -paredes, techo, suelo- y ha trasladado todos los muebles a una esquina de tal modo que el espacio queda dividido en dos. Hay menos desorden y la pared con las palabras y las notas ya no existe. Tiene posters de muchas bandas, las cuales reconozco la mayoría. Otras como "Centimillimental", "Soda estereo", "The Smiths", o "Ciro y los persas" jamás las había oído. Tiene sus guitarras en fundas en unos pies especiales para que no se caigan.

Me ducho yo primero e intento entrar en calor bajo el chorro de agua caliente.

Cuando salgo del cuarto de baño, con en una toalla en la cintura, Jisung ha puesto música en un viejo tocadiscos.

A diferencia del baño en el Blue Hole, la ducha de Jisung no se prolonga más allá de un minuto. Cuando reaparece, dice:

—Nunca me has preguntado qué hacía allá arriba, en aquella cornisa.

Se queda delante de mí, medio desnudo, sincero, dispuesto a explicarme lo que sea, pero, por algún motivo que desconozco, no estoy muy seguro de querer saberlo.

—¿Qué hacías allá arriba, en aquella cornisa? —pregunto en un susurro.

—Lo mismo que tú. Quería ver qué se sentía. Quería imaginarme saltando desde allí. Quería dejar atrás toda la mierda. Pero cuando empecé a imaginármelo, no me gustó. Y entonces te vi a ti.

Me da la mano, tira de mí para que dé la vuelta y me quede delante de él, e iniciamos un movimiento de vaivén, un pequeño balanceo, pero sin apenas movernos, presionados el uno contra el otro, mi corazón latiendo con fuerza porque si echo la cabeza hacia atrás, así, me besará como está haciendo ahora. Noto sus labios alzándose en las comisuras, sonriendo. Abro los ojos en el momento en que él los abre también, y sus ojos brillan con tanta intensidad que son casi negros. El pelo mojado le cae sobre la frente y entonces apoya la cabeza contra la mía.

—¿Estás bien?

Y entonces me doy cuenta de que la toalla ha caído al suelo y está desnudo.

—Estoy bien.

Acerco la punta de los dedos a su cuello, para notarle el pulso, que está igual que el mío: acelerado y enfebrecido.

—No tenemos por qué hacerlo.

—Lo sé.

Y entonces cierro los ojos, mi toalla cae al suelo y la canción termina.

Los besos se vuelven más violentos, vas necesitados. Lo tomo de la cintura, atrayéndolo hacia mí, hasta que la parte de atrás de mis piernas choca contra su cama y caigo de espaldas hacia ella. Jisung se pone de rodillas, e inconscientemente abro las piernas para que se acomode correctamente.

—¿Estás seguro?

Cargo el peso de mis cuerpo en mis codos y lo miro con ojos deseosos. Asiento levemente y un gemido se escapa de mis labios cuando pasa la lengua por la base hasta la punta de mi miembro.

El mundo nos destruye a todos | minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora