El sol, como siempre interrumpió el encantador sueño de la mapache, la chica abiro los ojos con molestia.Se maldijo a si misma por no cerrar las ventanas en la noche, bostezo para luego taparse la cara con la almohada tratando de dormir otra vez.
Pero le fue imposible, su cuerpo ya no se lo permitía, miro a un lado suyo dónde la cama de su compañero estaba vacía, el ya se había levantado o tal vez ni siquiera durmió.
Ya no le preocupaba, bueno, si lo hacía pero no tanto como antes.
El cazador no podía dormir sin antes revisar todo a su alrededor, el miedo que sentía la contagiaba a ella alguna veces, algo que ella odiaba.
Se quitó la almohada de encima mirando al techo, perdida en sus pensamientos hasta quedar con la mente en blanco, entre dormida, despierta o muerta.
El sonido chirriante de su reloj la saco de la nada, pataleo un rato al tener que levantarse para poder alistarse, después de un poco más de berrinche lo hizo.
Se levanto, busco su ropa, una blusa manga larga, un top, una pantalón de mezclilla con un shorts debajo, busco su placa metálica que usaba para cubrir la parte delantera de su cuerpo, unas mangas negras de tela mágica que repelía ataques físicos, su toalla y se metió a bañar con agua fría para terminar de despertar.
Por el camino escucho a Aquino hablar solo, algo normal al menos para ella lo era, ella sabía de la existencia de la armadura viviente, pero jamás la había escuchado hablar.
También lo había visto hablar con cuervos, algo que de verdad la aterró, a veces los cuervos hablaban con graznidos... A veces, ellos hablaban como humanos.
La primera vez que lo vio casi se desmaya, había visto mounstro y bestia mágicas hablar, pero no cuervos, animales que eran "normales" por así decirlo.
Paso por la sala saludando al castaño que le devolvió el saludo para seguir asiendo lo suyo con sus armas.
Una vez en el baño procedió a desvestirse, se estiró un rato logrando acomodar todo su huesos, ella ya estaba un poco vieja o al menos de edad, pero su cuerpo, su cuerpo tenía la flexibilidad de una bailarina o una gimnasta profesional.
Se examinó en el pequeño espejo del baño, tocó su rostro, las cicatrices eran todo lo que quedaban, bajo su mano hasta su abdomen donde la cicatriz de una apuñalada le recordaba su historia.
Sus brazos también tenían pequeñas cicatrices que recorrían desde el hombro hasta las muñecas, cortes de balas, de cuchillos, raspones, mordidas, rasguños.
Sus manos tenían cortes, las puntas de sus dedos estaba lastimados al usar tanto sus uñas las cuales también estaban rotas por el desgaste de tantas peleas, sus nudillos estaban llenos de cicatrices de tantas veces que su piel se abrió.
Se miro en el espejo, y... Sintió un poco de tristeza al ver el daño que le había hecho a su cuerpo.
La parte baja de la cintura tampoco se había salvado, sus muslos tenían heridas de balas al igual que sus pantorrilla ya que ese era el lugar más indicado para inmovilizador a alguien, no se podía quejar de eso, ella también lo hacía o bueno, lo sigue asiendo.
Se sacudió un poco, dejo de lado o al menos trato de hacerlo el tema de sus cicatrices.
Abrió la regadera temblando un poco por el agua fría que chocaba con su cuerpo que por naturaleza, era caliente.
El baño se llenó de vapor en el tiempo que ella estuvo dentro.
Fuera en la sala, Aquino revisaba sus armas, era la quinta ves esta semana y apenas era lunes, la paz en su alrededor lo estaba comiendo.
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Limites
Acción"Muestra lo que vales, supera los límites de los humano y de las bestias". . . . . . . . . . Está historia es diferente a las demás, es más 18 pero no por sea echi si no por qué es seinen