Capítulo 3

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—¿Y si lo hacemos en el mostrador como la primera vez? —susurró en mi oído.

Carly llevaba provocándome desde la última media hora. Se había acercado a mí con intenciones claras, y yo la había besado por puro instinto cerca de su despacho, hasta que ambos terminamos encerrados aquí.

El departamento de Steve estaba vacío, porque mi hermano se había ido a Londres desde hace ya unos días, pero me reusaba a llevar a Carly ahí.

La principal razón era que nuestra relación se volvería más personal, y yo no quería eso. Es más, yo no quería tener nada con ella.

Me senté en la silla reclinable de su escritorio y ella se sentó a horcajadas sobre mí, acariciando mis hombros por sobre el uniforme del trabajo.

Éramos los últimos ahí, la cafetería acababa de cerrar.

—¿Quieres que nos metamos en problemas? —le hice saber, mientras empezaba a besar poco a poco su cuello, pasando por su clavícula.

Las tiras del vestido que se había puesto ese día, se habían bajado, y quedaban ligeramente colocadas debajo de sus hombros, liberando un poco la tela del encaje de su sostén.

—Quiero repetir esa fantasía —susurró, arqueando su espalda.

Mis manos fueron hasta el cierre de su vestido y la despojé de él.

Me pregunté si Carly había hecho aquello con alguien más antes de conocernos.

—Necesito tenerte ahora —su vestido quedó enrrollado en su cintura y sus pechos aparecieron frente a mí, aún recubiertos por el sostén.

—Blake... —susurró en un leve gemido cuando mi lengua pasó por su clavícula.

Sabía que ella tampoco podía esperar.

—¿Quieres coger ahora? —le pregunté, atrevido— ¿Quieres hacerlo sobre ese escritorio? —le señalé, el escritorio detrás de nosotros— Dímelo.

Carly no me respondió, pero sus manos fueron hasta los botones de mi camiseta, despojandome de cada uno de ellos con una rapidez impresionante. Ma acaricio el abdomen y el pecho con sus suaves y finas manos, y me besó con ferocidad en los labios, en el cuello y las mejillas.

—No me has contestado —le dije, suavemente mientras la erección en mi pantalón se empezaba a hacer cada vez más presente.

—Quiero coger ahora, Blake —me hizo saber, con un destello en sus ojos.

La fiera se apoderó de mí. Terminé de quitarle el vestido y recorrí un poco la silla. Recostandola en el escritorio. Me deshice de su sostén, dejándola totalmente desnuda aún sobre mi regazo.

Sus pechos eran suaves y me gustaba que cada vez que suspiraba, sus pezones se endurecían. Lamí con suavidad cada uno de ellos, estimulándola, mientras podía sentir que se mojaba.

Mis dedos fueron hasta su intimidad y no perdí el tiempo. Acaricié sus pliegues hasta aumentar el ritmo y poder introducir uno de mis dedos en ella.

—Blake, sí... —gimió en cuanto mi dedo entro en ella.

Me permití meter otro, y empezar a moverlos. Con ritmo, velocidad, precisión, y los gemidos de Carly en compañía de todo lo demás, creaba un ambiente tan erótico que estaba a punto de explotar.

—¿Te gusta, eh? —le pregunté, empezando a besar sus pechos nuevamente.

—¡No pares! —exigió en cuanto mis movimientos se hicieron más veloces.

Sus gemidos se hicieron más escandalosos y era una suerte que el cerrojo se encontraba colocado en la puerta, no quería que nadie nos viera.

—Sí, jefa —susurré.

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