Las mejillas de Carly estaban sonrojadas, y sus gemidos se hacían presentes en cada rincón de la habitación, debido a cada embestida que le daba.
Se sentía suave dentro de ella. Cálido, apretado, suave y mojado. Aquello me encantaba. Empecé a gemir a su lado, apoyándome con más fuerza sobre el colchón.
Las manos de Carly fueron sorpresivamente hacia mis nalgas y sus uñas se clavaron ahí, lo cual me hizo penetrarla con más fuerza y rapidez.
—No eres el único que puede... —gimió—, tomarte de las n-nalgas.
Su broma me gustó, así que entre gemidos una risa se me salió. Me apoyé con mayor firmeza, colocando mis palmas sobre el colchón, sin dejar de penetrarla un segundo. Quería que disfrutara. Que no olvidara esa noche.
—Ah...Blake...—jadeó cerca de mi oído prendiendome más.
El eco de sus gemidos, mezclado con mis gruñidos, el calor que estábamos generando y el ruido que hacía la cama con cada movimiento me estaba llevando al límite. Mi cuerpo empezaba a sudar y podía sentir la frente empapada.
Besé sus pechos mientras entraba y salía de ella, tratando de mantener un ritmo parejo. Cuando mi lengua hizo contacto con su pezón, las uñas de Carly se clavaron con más intensidad en mis nalgas.
Salí de ella con suavidad y me levanté ligeramente. Le di media vuelta sobre el colchón, teniendo una visión perfecta de su espalda y sus nalgas.
—¿Qué estás...?
No la dejé terminar porque con rudeza volví a hacerme espacio dentro de ella, atestando una y otra vez, haciendo vibrar más el colchón debajo de nosotros.
Ella se acomodó en el colchón y me di cuenta que empezaba a moverse hacia atrás para encontrarme en el camino. La tomé por las caderas para poder llegar más profundo dentro de ella, con más rapidez, más fuerza y mayor precisión.
Su espalda se tensó y sabía que estaba cerca, pero no me detuve. Quería que aquella noche fuera larga. Nalgueé un par de veces su trasero y ella gimió más fuerte. Salí completamente de ella y volví a entrar un par de veces, eso la hizo gritar de placer.
—Blake...¡N-no pares! —pidió entré gemidos.
Me acerqué a su oído para surrarle:
—No pienso hacerlo, preciosa.
Continuamos cogiendo un buen rato, hasta que comencé a cansarme y mis piernas comenzaron a quejarse. Di una última estocada antes de venirme, pero ella prolongó su orgasmo, moviendo las caderas para continuar, hasta que finalmente cayó rendida sobre el colchón.
Me recosté a su lado y besé su espalda con suavidad. Había sido alucinante. Sus mejillas estaban sonrojadas, lo cual combinaba perfectamente con su piel aperlada por el sudor.
Deseché el preservativo en el basurero que estaba cerca de la cama y me recosté a su lado. Ella me abrazó por debajo de la sábana, subiendo una pierna sobre mí.
El sonido de la música de la fiesta retumbó por la ventana. Estaban pasando un buen rato, mientras nosotros también, a nuestra manera.
Besé la coronilla de su cabeza y ella besó mi pecho. Su respiración se había calmado ya, y el latir de mi corazón también.
—¿Alguna vez has pensado en casarte? —preguntó de la nada.
Su mentón se apoyó en mi pecho, y una ligera chispa de nostalgia me cruzó el pensamiento. No sabía si había sido el sexo, pero de pronto me sentía más sensible.
—Sí, lo pensé en el pasado.
—¿Has cambiado de opinión? —cuestionó, curiosa.
Acaricié su cabello rubio, y jugué con los pendientes dorados que colgaban en sus orejas. Sus ojos grisáceos me contemplaron todo ese rato, esperando por mi respuesta.
—No es algo que quiera hacer con mi vida —me sinceré.
Ella asintió y pareció comprender. No insistió más al respecto. Algo me decía que Carly sí que quería casarse en un futuro, y la imaginé con su perfecto esposo, viviendo en una casa de lujo, teniendo una vida de ensueño, al lado de su familia.
—¿Por qué me invitaste a la boda?
Inmediatamente regresó la mirada a mis ojos, e hizo una nueva extraña que no pude descifrar en ese momento.
—Necesitaba a un acompañante.
—¿No era más fácil invitar a alguno de tus amigos?
Me senté y apoyé mi espalda en la cabecera de la cama. Tomé una de las botellas de agua que estaban en la nevera y le pasé una a Carly cuando me la pidió.
Ella regresó a mi lado, para abrazarme y empezó a llenarme de besos una vez más, terminando por sentarse a horcajadas sobre mí.
—¿En serio quieres seguir hablando de eso? ¿O prefieres continuar? —susurró cerca de mi oído, regresando la calentura a cada parte de mi cuerpo.
—¿Tú quieres continuar? —cuestioné, susurrando también.
Se acomodó mejor sobre mí y empezó a frotarse, generando una fricción ligera entre nuestra intimidad. Aquella posición era mi favorita, tenía que admitirlo. No sabía si Carly lo sabía, así que lo dije, sin tapujos:
—Me encanta que me montes —tomé sus pechos con ambas manos y la llene de besos.
Ella siguió moviéndose sobre mí, en círculos, suaves y lentos, parecidos a los que había hecho aquel día en su auto, cuando me montó con tanta fiereza.
Quería repetir eso.
Besé su cuello con suavidad y lentitud, siguiendo su juego. Hizo su cabello a un lado, para besar mis labios, mientras colocaba ambas manos en mis hombros, sin dejar de moverse.
—Te dije que no me volvieras a hacer esto —me quejé, jadeando.
Mi erección estaba por los aires. No podía soportar aquello. Mucho menos cuando empezó a gemir y aumentar la velocidad de sus movimientos. Jugué con su lengua mientras la besaba. Hasta que de un segundo a otro, ella se posicionó y se dejó caer con rudeza.
—Qué delicia... —gimió en mi oído, mientras empezaba a moverse.
Sus movimientos eran rápidos y decididos. Se impulsaba hacia arriba y hacia abajo con velocidad y precisión. Mis manos fueron hacia sus pechos y acuné ambos, antes de llenarlos de besos y lamidas.
Ella acarició mi cabello, y me atrajo más hacia sus tetas, sin dejar de moverse. La tomé de las caderas y ayudé a seguir su movimiento, mientras la penetraba.
Moví las caderas hacia arriba para poder penetrarla con más fuerza, aumentando la velocidad de mis embestidas. Las manos de Carly fueron hasta la cabecera de la cama y empezó a moverse más rápido. Subía y bajaba, subía y bajaba, haciendo temblar sus tetas, y ayudándome a llegar más profundo.
—Joder... —dije, cuando la sentí más profundamente, debido a la posición.
—Ah...¡Sí! —gritó en cuanto la penetraba más fuerte, con más rapidez.
Mis manos fueron hasta su trasero y eso me ayudó a guiar sus deliciosos movimientos. La nalgueé un par de veces, no pude evitarlo.
—Así, preciosa... —susurré en su oído lascivamente, mordiendo el lóbulo de su oreja.
Terminé empujándola suavemente en la cama, para seguir penetrandola. La dejé en el borde de la cama, mientras yo me puse de pie. Subí una de sus piernas sobre mi hombro y empecé a embestir con más ganas.
—¡Blake! —gritó mi nombre.
Aquello me estaba superando. La fricción, el sonido de nuestros cuerpos chocando, sus gemidos...
Me aferré al colchón, tratando de aguantar aún más, subí más su pierna en mi hombro, sintiendo que se me caía. Besé sus tetas con la poca energía que me quedaba y finalmente se vino.
Me vine dos segundos después y ambos compartimos una mirada de horror.
No había usado condón.
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No preguntes por Aria
RomanceMi nombre es Blake. No soy un chico tierno ni cursi. Soy un chico directo y lo que me gusta lo tomo. Dejé de tener sentimientos hace mucho tiempo, no me interesa relacionarme con nadie. Al menos así pensaba hasta que conocí a una chica rubia en un...