Las cosas empezaron a ir mejor. Después de una semana, Carly me dijo que sus dolores acabaron, aparentemente le había costado caminar por algunos días. Fue al ginecólogo un par de veces más para su revisión, y todo parecía ir bien.
Además, la acompañé para hacerse un examen de ETS, del cual salió completamente limpia. Dos días después, me hice uno también, solo porque me pareció lo correcto.
Si ambos íbamos a seguir teniendo relaciones, lo mejor era asegurarle al otro que no teníamos ninguna enfermedad.
El miércoles por la mañana me di cuenta que ese día Steven regresaba de Londres y tenía que ir a recibirlo al aeropuerto. Me dijo que me presentaría a Sarah, una chica que conoció en el trabajo.
Le pediría a mi jefa un tiempo para escaparme de trabajo.
—¿Tiene algo que hacer después, Blake? —me preguntó Carly, mientras me acercaba al mostrador donde ella recibía a los clientes —Necesito que me ayude con algunos trámites para el nuevo local que planeamos abrir.
Cuando estábamos frente a otros empleados, Carly acostumbraba a tratarme de «usted» para guardar las apariencias. Me había advertido mil veces que si alguien se enteraba de lo nuestro, perdería mi trabajo.
Ese día la cafetería estaba particularmente llena. Me sorprendió darme cuenta de eso, porque habían abierto un lugar nuevo cerca de la zona, que nos había robado bastantes clientes. Eso tenía a mi jefa muy preocupada.
—De hecho tengo planes —le hice saber.
—Necesito su apoyo en estos asuntos, Brooks —dijo, demandante.
Rodé los ojos al cielo. A veces olvidaba lo testaruda que podía llegar a ser Carly en su puesto de trabajo. Más ahora que yo había sido nombrado su asistente.
Había pasado apenas una semana desde que le habían colocado a Carly el dispositivo. No habíamos pasado más allá de los roces y besos húmedos en su oficina, lo cual me tenía ligeramente desesperado.
—¿No puedes darme unas horas libre? —le pregunté.
A regañadientes ella accedió.
Tomó su cartapacio lleno de papeles y asuntos pendientes por hacer y se fue contoneando las caderas hasta su oficina.
Pensé en la posibilidad de entrar sorpresivamente a esa oficina pero las advertencias de su ginecólogo llegaron a mi memoria. Si teníamos sexo antes del tiempo que nos dijo, el dispositivo podría moverse y tendrían que retirarlo para poner otro. No quería que ella volviera a pasar por ese dolor, así que supe cómo controlarme.
Sin embargo, me sorprendió ver un mensaje en mi bandeja de entrada en ese mismo instante:
Carly: Muero por hacerlo sin condón.
Una sonrisa nerviosa se formó en mis labios y negué con la cabeza al darme cuenta del efecto que Carly causaba en mí.
Por un tiempo me quedé perplejo, pero regresé a mi puesto de trabajo, después de tragar fuertemente. ¿Podría aguantar más tiempo sin sexo? No lo tenía claro.
Caminé entre las mesas y tomé varias órdenes. Esa tarde el pastel de queso y elote estaba muy solicitado por los clientes. Por lo que Julian tuvo que hornear dos más para eso de las tres de la tarde.
—¿No vas a ayudarle a la jefa con el trámite? —me cuestionó Leonard, cuando pasé a su lado— Por algo eres su asistente.
Rodé los ojos al cielo y me ahorré cualquier tipo de comentario cargado de molestia.
—Tengo que recoger a mi hermano del aeropuerto.
Estaba muy cansado y mis pies empezaban a doler. A pesar de eso, traté de ignorar la mirada molesta que me dirigía Leonard.
—¿Tu hermano? —me preguntó.
—Regresa de Londres, solamente serán un par de horas.
—Sí, claro —bufó.
Cuando Carly finalmente autorizó mi salida por un par de horas, tomé el metro para llegar al aeropuerto a tiempo. Esperé un par de minutos en una de las sillas hasta que ví a mi hermano entrar por aquella puerta.
Se había ido mes y medio, un tiempo que realmente lo había hecho lucir diferente. Tenía el cabello más largo que antes y se miraba mucho más atlético y fresco. A su lado, una chica morena parecía estar encantada con su llegada.
Ella era de rizos negros y caderas anchas. Aún no tenía claro cómo Steven había conseguido a una chica tan guapa. No me había aclarado todavía que eran pareja, pero por la forma en que la chica tomó de la mano a mi hermano supuse que sí.
—¡Blake! —saludó el castaño cuando me localizó con la mirada.
—¿Cómo está el mayor imbécil del mundo? —saludé amistoso, antes de poner mi hombro sobre él.
Le di unas leves palmadas hasta que Steven comenzó a reírse como un tonto. Recordé a la chica de cabello rizado y mi vista viajó hacia ella, quien lucía un tanto nerviosa.
—Ella es Sarah —dijo mi hermano, presentándola— Sarah, él es mi hermano mayor Blake.
—Es un gusto —respondió la chica, antes de estrechar mi mano en un gesto un tanto formal.
De cerca pude apreciar que los ojos de aquella chica eran oscuros, con cierto tinte café. Tenía ojos bonitos, y parecía ser una chica muy correcta y amable.
—Nos asignaron el mismo caso —explicó mi hermano—, así que por un tiempo va a quedarse en la ciudad.
—Me parece bien —puse la mejor cara que pude y luego me dirigí a Sarah:—, oye, eres bienvenida.
Ella sonrió tímidamente y luego ambos me invitaron a tomar un café. Acepté solo porque me quedaba de camino a mi trabajo, al cual tenía que regresar en un par de horas.
Sarah no dejó de hablar de las habilidades que tenía mi hermano como abogado, y aseguró una y otra vez que ese caso le iba a servir para impresionar a su jefe. Ella trabajaba en la misma línea de abogados que mi hermano, pero la habían transferido a la ciudad debido a temas personales, de los cuales no quiso hablar mucho al respecto.
Dijo que estaría quedándose en el edificio de apartamentos al lado del nuestro y me pareció extraño, que hubiera conseguido un lugar tan cerca de mi hermano. Me di cuenta que él le gustaba dos segundos después, cuando sus ojos brillaron en su dirección al escucharlo hablar tonterías sobre el caso.
—¿Y tú, qué cuentas hermano? —preguntó Steven, antes de llevarse la taza de café a la boca.
—Me contó Steven que estás trabajando en una cafetería —dijo Sarah.
—Así es —respondí— Había dejado de trabajar un tiempo pero ahora me alegra hacerlo.
Aunque la mitad del tiempo me la pasaba con mi jefa, en su despacho, haciendo cosas que nada tenían que ver con el trabajo.
Omití esa parte, obviamente.
—Papá preguntó por ti —dijo mi hermano, cambiando de tema.
Me atraganté con mi bebida al escucharlo hablar. La sola mención de mi papá me causaba arcadas. Ese hombre había sido el causante de mis años de depresión.
—¿Qué tanto preguntó?
—Te extraña, Blake —dijo—, pregunta si no has considerado regresar a la empresa.
—Yo jamás voy a regresar ahí —le hice saber, y lo miré con desprecio.
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No preguntes por Aria
Roman d'amourMi nombre es Blake. No soy un chico tierno ni cursi. Soy un chico directo y lo que me gusta lo tomo. Dejé de tener sentimientos hace mucho tiempo, no me interesa relacionarme con nadie. Al menos así pensaba hasta que conocí a una chica rubia en un...