Capítulo 18

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A la mañana siguiente lo primero que sentí al moverme entre las sábanas fue un cuerpo desnudo sujetándome en un abrazo. Me di cuenta que era Carly cuando abrí los ojos, se sujetaba a mí de una manera tan tierna que casi me quedo congelado.

Me doy cuenta que la sábana no la cubre por completo y levanto la cabeza para encontrarme la visión perfecta de sus nalgas sobre mí, mientras me abraza.

Joder...

—Bonita... —trato de despertarla, pero ella se queja.

Mis manos van hasta sus nalgas sin poderlo evitar y la aprieto con deseo. Al sentirlo ella entre risas se fue despertando.

—¿Tan temprano y ya quieres repetir lo de anoche? —jugó conmigo, posicionándose mejor sobre mí.

Sus labios se estampan en los míos, en un beso cálido y suave. Cuando nos separamos en busca de aire, me doy cuenta de lo hermosa que se ve Carly por las mañanas. Con el cabello completamente revuelto y las mejillas sonrojadas. Su piel rosada se ilumina con los rayos de sol que caen desde la ventana y sus ojos grisáceos me observan con diversión.

Mis ojos van hacia todos lados y recapacito todo lo que hemos hecho anoche.

Después de dormirnos, escuché que se levantó por un vaso de agua a eso de las tres de la mañana y al regresar yo ya estaba completamente despierto. Me pareció sumamente tierna la manera en la que trataba de cubrirse con la sábana para que no la viera, como si no hubiéramos tenido sexo hace apenas algunas horas.

—¿En serio nunca habías dado sexo oral? —le cuestioné, quitando un mechón rebelde de su frente.

Se sentó sobre el sillón y volvió a cubrirse con la sábana, mientras empezaba a hablar.

—A mi ex novio no le gustaba que hiciéramos eso.

Me senté frente a ella y la observé con atención. Parecía que aquel imbécil la había privado de muchas cosas en el sexo y me pregunté qué otras cosas no había probado todavía.

—¿Entonces nunca te han hecho sexo oral tampoco? —pregunté curioso.

Ella negó con la cabeza, alborotando su melena dorada. Las pequeñas pecas de sus pómulos eran aún más notorias desde aquella posición, y me pareció contar más de diez cerca de sus hombros también.

Carly se arrastró hasta quedar a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro. Pude sentir, desde aquella posición, mucho más cerca su respiración y el latir de su corazón.

—No es por hablar mal de él, pero... —empezó a decir— Por un tiempo me obligó a tomar las pastillas anticonceptivas porque no le gustaba hacerlo con condón.

Mi mirada bajó hasta ella, para verla muy ensimismada en sus pensamientos.

—¿Por cuánto tiempo las tomaste?

—Desde los diecisiete, cuando empezamos a salir —suspiró— También me hacía tomar la pastilla de emergencia con mucha frecuencia.

—¿Eran novios de secundaria?

Ella se cubrió el rostro, espantada por la vergüenza y empezó a reírse de manera nerviosa.

—Fuimos novios hasta la universidad —me dijo, cuando tuvo menos vergüenza.

Me di cuenta que me estaba metiendo en un terreno un tanto delicado cuando ella se volteó y empezó a besarme, como distracción.

Besó mi cuello y pasó su lengua por el lóbulo de mi oreja, hasta que lo atrapó con sus dientes, coqueta.

Ese día teníamos descanso en la cafetería, por ser viernes diez de agosto, había descanso en todos los locales cercanos, por lo cual, tendríamos fin de semana largo.

—¿Después de él tuviste más novios? —le cuestioné, con la duda recorriendome el pensamiento.

Ella se detuvo y se acercó a mi regazo, para tomar lugar ahí. Aún seguíamos desnudos, pero la sábana roja nos cubría, creando un ambiente demasiado acogedor y tranquilo.

—¿Desde cuándo te interesa eso? —me preguntó, con el ceño fruncido.

La tomé de la espalda y empecé a acariciarla con suavidad, su espalda se arqueó ante mi contacto, pero mantuvo una postura firme al decir:

—En ese caso tú dime, ¿Quién fue tu última novia?

Tragué fuerte. La mirada penetrante de Carly me dejó sin aliento, y mi único instinto fue levantarme del sillón y empezar a buscar mi ropa para irme.

—Blake —me llamó ella, buscando mi atención.

La ignoré por completo y empecé a vestirme. Busqué mis zapatos para calzarme pero ella se colocó frente a mí.

—No te vayas, por favor.

Tomó mi brazo en un gesto tierno, el cual me detuvo por completo. Me llevó hasta el sillón de nuevo y me senté ahí, rendido.

—No tienes que hablar de algo si no quieres —me dijo—. Hagamos un pacto.

—¿Un pacto?

—Si el otro no quiere hablar de algo, entonces no insistiremos en preguntar y tendremos que aceptarlo, sin molestarnos o algo parecido.

En algo tenía razón Carly. Y es que las conversaciones me intimidaban. Hablar al respecto de algo, de mi vida, de mi pasado, era algo que me incomodaba de sobremanera.

—De acuerdo.

Ella me dió un beso antes de despedirse y me dijo que tomaría una ducha. Pero que había cereal en su cocina si quería desayunar algo mientras.

Me acerqué a su cocina y me di cuenta que le faltaba hacer el supermercado. Apenas y tenía un poco de leche y bacon en el refrigerador. Pero fue suficiente para preparar un par de huevos con bacon por encima, acompañado de unos vasos de leche fría.

Al salir, Carly apareció con un lindo vestido de flores y el cabello empapado. Se sentó a mi lado en el desayunador y sonrió al ver lo que había preparado.

—Así que tienes dotes de chef, Blake —se rió antes de pinchar un bacon con su tenedor.

Le pregunté a dónde iría pues estaba demasiado arreglada como para quedarse así en su departamento. Dijo que saldría con sus amigas al parque, a visitar una tienda de helados que estaba del otro lado de la plaza.

Me sentí ligeramente dejado de lado, siendo sincero. Y me di cuenta entonces, que quería que se quedara todo el día conmigo.

—Pero puedo pasar a tu apartamento más tarde —me dijo, sonriendo.

Seguí comiendo el desayuno en silencio y sus palabras pasaron por mi mente por algunos segundos. ¿Realmente había algún problema en que ella pasara al apartamento?

Seguí pensando en eso mientras tomaba el autobús hacia el apartamento de Steven. A lo mejor mi relación con Carly no era tan frágil como para irse al carajo solo por el hecho de que visitara el apartamento.

Tomé la llave de mi bolsillo, dispuesto a tomar una ducha caliente una vez entrase. Pero al cruzar la puerta me llevé una gran sorpresa.

Mi hermano estaba en el sofá de la sala de estar, completamente desnudo, mientras Sarah salía de entre una de las sábanas.

No preguntes por Aria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora