Capítulo 8

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—Me gusta tomarte del trasero cuando me estás montando —confesé cuando entramos a su departamento.

—A mí me gusta besarte el cuello cuando lo estamos haciendo —me dijo.

Nos sentamos a ver películas y a jugar videojuegos, y después de un rato empezamos a hablar de lo que nos gustaba y lo que no en el sexo.

Ella estaba recostada sobre mi regazo y de vez en cuando acariciaba su dorado cabello, mientras descansaba de un largo día en el trabajo.

—Me gusta cuando me llamas «jefa» mientras lo hacemos —el leve sonrojo que presentó me pareció de lo más tierno.

—A mí me gusta nalguearte —dije, sin tapujos.

—¿Nalguearme? —preguntó, con las cejas alzadas.

Se sentó, colocando las piernas sobre mí, y me observó expectante.

—Cuando estás apunto de acabar me gusta nalguearte... —respondí, sin vergüenza.

Carly tenía un trasero precioso y me gustaba hacer de todo con él. No quería que fuera un secreto, quería que ella lo supiera.

El departamento de Carly era muy bonito, algo pequeño para mí gusto pero bastante acogedor. Supuse que ella pensaba que iba a quedarme a dormir ahí, pero no podía.

Otra de mis reglas era no dormir en la casa de la otra persona.

Así que me iría en un par de minutos.

A menos claro, que ella me pidiera que repitiéramos lo que pasó en su auto.

—Me gustó lo que hiciste hoy —hablé, acercándome peligrosamente a ella.

—¿Qué cosa?

—Te frotaste conmigo a través de la tela —le recordé— No lo vuelvas a hacer.

Ella estalló en una carcajada limpia.

—¡Pero acabas de decir que te gustó!

—Me gustó pero no lo vuelvas a hacer —dejé un pequeño beso en sus labios, antes de sonreír—. Fue una deliciosa tortura.

—¿Cómo terminaste trabajando en una cafetería? —preguntó, cambiando de tema repentinamente.

—Estoy ahorrando para un apartamento, tan lindo como el tuyo —le dije, antes de sonreír.

—¿Vas a mudarte?

—Tengo que hacerlo —suspiré— Tuve que hacerlo desde hace mucho.

—¿Por qué? —sus ojos grisáceos me contemplaron con curiosidad.

—Vivir con mi hermano no es algo que quiera hacer toda la vida.

Ella pareció entender que no quería hablar más sobre el tema y me invitó a recostarme sobre ella. Mi cabeza terminó en su regazo y ella comenzó a acariciar mi cabello.

Era una posición demasiado íntima para mí gusto, pero sus caricias se sentían extremadamente bien.

—¿Qué hay de ti? —cuestioné.

—No hay mucho que decir sobre mí —dijo, mientras aún acariciaba mi cabello con suavidad— He vivido en este apartamento desde hace ya tres años. Lo compré con el dinero que dejó mi padre al fallecer.

Un silencio se instaló entre nosotros al escuchar su confesión. Mi mirada se volvió hacia ella y me sentí culpable por hacerla decir aquello.

—Lo lamento...

—No te preocupes.

Carly empezó a cerrar los ojos, cansada. Me di cuenta que debía irme, esa no era mi casa. Nunca podría ser mi casa. Me levanté con cuidado, para no despertarla y decidí dejarla descansar.

Me calcé con los zapatos del trabajo y empecé a caminar hacia la salida, pero la voz de Carly me detuvo.

—¿Ya te vas? —dijo.

Apareció frente a mí, frontandose uno de sus ojos de una manera muy tierna, debido al cansancio.

—Tengo que irme, bonita.

—Puedes quedarte —tomó una de mis manos y me atrajo más a ella.

Me contuve y tragué saliva.

—¿Recuerdas que no queremos involucrar sentimientos? —le hice saber— Dormir acurrucados es involucrar sentimientos.

—¿Y quién dice que vamos a dormir? —tomó una de mis manos y la atrajo hacia una de sus nalgas.

La palmeé deseoso pero la cordura me ganó. Era demasiado tarde para esto y debía regresar a casa a regar las plantas de Steven y descansar.

—Eres insaciable, bonita —le di cun casto beso en los labios y luego caminé nuevamente a la salida.

—Ve con cuidado ¿Si? —me dijo en la salida y yo le sonreí.

—Iré con cuidado.

—Llamame cuando llegues.

Su mirada se conectó con la mía y fue cuando ambos nos dimos cuenta que nunca compartimos nuestros números. Ella lo comprendió al instante y fue por un bolígrafo rápidamente.

Apuntó su número de teléfono en la palma de mi mano.

Nos dimos un último beso y finalmente me fui de ahí.

Al llegar a casa caí como una piedra, totalmente exhausto. El sexo te deja cansado, quien diga que no, es porque es virgen o tiene apenas veinte años.

Busqué el contacto de Carly y le envié un mensaje.

Blake: Ya llegué jefa, puedes estar tranquila.

Carly: Me dejaste sola y con ganas, no puedo estar tranquila...

Blake: Mañana te compenso.

Carly: ¿En tu apartamento?

Fruncí el ceño al leer ese último mensaje. Queriendolo o no, Carly se estaba involucrando mucho en mi vida y traerla a mi apartamento solo haría que todo se fuera de control.

Decidí no contestar nada a ese último mensaje, y después de dar varias vueltas en la cama finalmente me quedé dormido.

No preguntes por Aria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora