Capítulo 23

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Carly

—Es muy divertido, señor Brooks —le hice saber, mientras terminaba de recuperarme de su última broma, entre risas todavía.

Terminé de anotar en los documentos que tenía para la entrevista de trabajo. Aquel chico era el tercero que había venido a solicitar empleo en todo el día.

—Ya ves por qué te conviene contratarme, linda —sonrió con suficiencia.

—Eso me recuerda a una pregunta que quería hacerle, ¿Por qué cree que merece el empleo?

El silencio se instaló en mi oficina. El chico de melena oscura, volteó a ver hacia otro punto de la habitación y después regresó a mí.

—Seré honesto contigo, linda —bufó— Necesito el dinero.

—¿Eso es todo?

—¡Claro que no! También aprendo muy rápido, soy muy puntual, he trabajado en atención al cliente antes y sé que sería de gran aporte para mí tener el empleo. Además...

—¿Además? —cuestioné, incitándolo a terminar la frase.

—Sería un honor para mí tener una jefa tan guapa como tú —puntualizó, con una sonrisa que me dejó más roja que un tomate.

La feria del trabajo no era algo que llamara mucho la atención por la zona. Pero varios locales estábamos obligados a ofrecer trabajo en esa fecha. Algunos se acercaban y otros no, pero el local se mantenía cerrado.

Blake Brooks era el nombre del chico al que acababa de entrevistar y tenía veintisiete años. Parecía ser alguien decente a quien podía contratar. El único inconveniente es que desde que llegó me había lanzado miradas sugerentes, y su sonrisa ladina cada vez me ponía más nerviosa.

Era un chico realmente atractivo y atrevido. Su comentario me hizo enrojecer.

—Acompañeme a la salida —traté de mantener la compostura— Su solicitud se va a considerar y lo llamaré en cuanto le tenga una resolución.

—Sí, claro —dejó salir una sonrisa y seguidamente se levantó.

Su presencia me estaba intimidando durante el recorrido que hicimos hasta la salida. Pasamos por las mesas de los comensales y todo el tiempo se mantuvo atrás de mí. Sentía el olor de su perfume y la calidez de su cuerpo demasiado cerca del mío, aunque sabía que había una distancia que nos dividía.

Un traspié me hizo lanzar los papeles al suelo y me apresuré a recogerlos, pero aquel chico fue más hábil.

Ambos nos inclinamos para recoger los papeles, y nuestras manos se rozaron por un breve segundo. Yo estaba de espaldas a él, porque sabía que si hacía contacto visual con aquel chico, estaría perdida.

Al levantarnos, él me ofreció los papeles y sin ningún rastro de vergüenza, se acercó hasta mi nuca, donde su aliento chocó con mi piel.

El palpitar de mi corazón se hizo presente y me di cuenta que todo mi cuerpo gritaba que quería ver hacia dónde llegaba aquello. Sin darme cuenta, dejé caer la cabeza ligeramente hacia atrás, cuando su mano acunó mi cintura.

No preguntes por Aria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora