Capítulo 26

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Blake

La amabilidad de Peter, quien parecía ser el novio de la hermana de Carly, se había acabado. De hecho, cualquier rastro de un momento ameno se había terminado en el instante en el que Carly dejó caer una lata de metal sobre la mesa. Una lata de ¿Galletas?

El silencio se hizo presente, pero Carly no bajó la mirada. Al contrario, la mantuvo firme sobre Peter y mis sentidos se alteraron. Aunque no entendía lo que estaba pasando, sabía que no era simplemente una lata de galletas lo que estaba sobre la mesa.

—No estoy seguro de que Lizzy quiera hablar sobre eso —respondió Peter, tajante y cruzándose de brazos.

—No estoy preguntando si quiere o no quiere hablar sobre eso —contestó al instante Carly, levantándose de su asiento.

Me levanté por mero instinto y caminé hasta quedar a su lado. Si las cosas se salían de control definitivamente tendría que intervenir de algún modo.

Pasaron algunos minutos, en los que Peter decidió ir a la cocina con la excusa de revisar algo que había dejado en la estufa. Carly regresó a sentarse y evitó mi mirada a toda costa.

No tenía idea de lo que ocurría.

—¿Estás bien? —fue lo primero que se me ocurrió preguntar.

—Algo así —contestó sin mirarme.

Mi vista viajó de nuevo hacia la lata de galletas que reposaba sobre la mesa, me pregunté qué era tan importante como para que Carly hubiera cambiado su actitud de un momento a otro.

Observé a la pequeña rubia, cruzarse de brazos sobre el sillón, mientras ambos esperábamos a que su hermana llegara a casa.

El cielo soleado y despejado, se había transformado en un cielo gris y tormentoso allá afuera. Peter encendió las noticias después de un rato, y todos caímos en cuenta de la tormenta que se estaba llevando a cabo afuera.

—Parece que van a bloquear las calles —dijo él, y no pude evitar preocuparme.

—¿Lizzy ya viene para acá? —preguntó Carly, haciendo ver su notoria preocupación.

Como si la hubiera invocado, la puerta principal se abrió de par en par. Dejando ver a una mujer un poco más alta que Carly, de curvas un poco más pronunciadas y cabello corto, igual de rubio que el de mi jefa.

—¡Carly! —saludó aquella mujer, dirigiéndose hacia nosotros, con varias bolsas de supermercado en las manos.

—Que bueno que lograste venir y que no te tomó por sorpresa la tormenta —le contestó su hermana, acercándose para ayudarla con sus bolsas de compras.

Ambas hermanas conversaron un rato sobre la tormenta y cómo la había tomado desprevenida. Peter permaneció en un silencio un tanto sospechoso, mientras escuchaba la conversación.

—¿Pero qué te trae por aquí? —cuestionó Elizabeth, deshaciéndose de la bufanda que tenía atada a su cuello.

—Vine a preguntarte algunas cosas.

—¿Sobre qué? —cuestionó, sin ponerle mucha atención— Peter, cariño, ¿recogiste la ropa del tendedero?

—Claro que sí, linda —respondió el susodicho, acercándose para darle un pequeño beso en la coronilla.

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