Capítulo 13

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El palpitar de mi corazón empezó a incrementarse pero Carly permaneció tranquila, mientras buscaba su ropa interior entre las sábanas de la cama.

—¿Cómo no te diste cuenta? —le reclamé, aún agitado.

—¡No es solo mi culpa, Blake! —respondió irritada— ¿Quién era el que tenía su verga dentro de mí hace apenas unos segundos?

—Maldita sea... —susurré, pasando mis manos por mi rostro.

La posibilidad de tener un hijo era lo que más me preocupaba. No estaba listo para eso. Se salía completamente de mis planes. Observé a Carly, mientras empezaba a experimentar otro ataque de pánico.

—Tienes que tomar la pastilla.

—No —dijo, convencida, negando la cabeza reiteradas veces— No voy a tomarla.

—¿Quieres quedar embarazada acaso? —cuestioné, desesperado.

—Mañana hablaré con mi médico —expuso— Él me dirá qué hacer.

Me paré de la cama y empecé a buscar mi ropa, me coloqué mi boxer y seguidamente mi pantalón. Carly seguía desnuda de la cintura para arriba, pero eso no evitó que la tomara de la mano y la levantara de la cama también.

—Tenemos que hacer algo, Carly —le dije, preocupado— Te compraré la pastilla, cuanto antes la tomes mejor.

—¡Estás loco si crees que voy a tomar de esas pastillas de la farmacia! —se cruzó de brazos, frunciendo el entrecejo.

—Cuanto antes la tomes tendrá mejor efecto.

—¡Suéltame! —exigió, cuando empecé a caminar hacia la salida, con ella a rastras —La última vez que la tomé no paré de vomitar —se soltó de mi agarre, y se sentó sobre la cama a pensar.

El hecho de que trascurrieran los minutos me dejaba aún más intranquilo. Sabía que la pastilla anticonceptiva se podía tomar hasta cinco días después de tener sexo sin protección, pero también tenía en cuenta que cuanto antes la tomara el efecto sería mayor.

Por otra parte, Carly mordió su labio inferior con preocupación, mientras sus dedos se movían intranquilos en las sábanas.

—Júrame que no tienes ninguna enfermedad —pidió, y yo abrí los ojos con sorpresa.

—No tengo una jodida ETS, no es eso lo que me preocupa.

—¡Dios, Blake! ¡Acabamos de hacerlo sin condón!

Se levantó, quedando de frente para encararme. Sus pechos aún estaban al aire y se movían libremente con cada movimiento que Carly hacia. Eso impedía que me concentrara, joder...

—¡Ponte algo, por Dios! —exclamé histérico, tratando de no pensar en sus tetas.

Furiosa, empezó a caminar hacia el baño, dónde aparentemente tenía una maleta. Supuse que había pedido que se la llevaran con anticipación a su habitación. De ella extrajo una camiseta y un pantalón de pijama. Aproveché ese momento para terminar de vestirme yo también.

—¡No voy a tomar la jodida pastilla de emergencia, Blake! —regresó para gritar en mi cara.

Mis manos fueron hasta mi rostro y empecé a zapatear una y otra vez, preocupado, intranquilo y al borde de otro ataque de pánico.

Ella me observó un rato y luego suspiró. Se arrodilló en la alfombra y tomó mi rostro entre sus manos, con intención de calmarme, pero sin lograrlo.

—Soy un estúpido, Carly...

Se sentó suavemente a horcajadas sobre mí, quedando ambos al borde de la cama. Masajeó con paciencia mis hombros y un nudo se instaló en mi garganta. Mis manos fueron hasta su espalda, hasta que acunó mis mejillas y me dió un beso suave en los labios.

—Todo va a estar bien, tranquilo —me sonrió—. Mañana en la mañana llamaré a mi médico y agendaré una cita, ¿De acuerdo?

—¿No puedes tomar la pastilla y ya? —susurré en su oído, a modo de súplica.

—No he tenido una buena experiencia con eso —se sinceró, mientras me veía a los ojos— Prefiero que el médico me de algún otro método que me sirva. Él me ha visto desde hace ya varios años, tranquilo, es alguien de confianza.

Sus palabras tranquilizarlo poco a poco mi torpe corazón y mis labios fueron hasta sus mejillas para besarla con suavidad. Cerré los ojos cuando me abrazó, y dejé mi rostro descansar en su pecho un buen rato.

No era la primera vez que tenía sexo sin condón. La última vez que me ocurrió algo así, terminé con una ETS horrible, por eso desde entonces me prometí jamás coger sin protección.

Sin darme cuenta, ambos nos quedamos dormidos entre pequeños besos y caricias. En aquella habitación de hotel, que había presenciado cómo nuestros cuerpos se fundían en un vaivén infinito.

A la mañana siguiente, me desperté y me di cuenta que la pequeña rubia seguía a mi lado. Su cabello se desparramaba en la almohada y lucía tan angelical que quise asegurarme que era real.

Le di un pequeño beso en la mejilla y ella le lentamente fue despertando.

—¿Qué hora es?

—Ocho y media —susurré en su oído.

Ella se removió en la sábana y su pierna acabó sobre mí. Se apoyó con sus manos para terminar de acostarse sobre mí y fundirnos en nuestro primer beso del día.

—Buenos días —susurró en mis labios cuando se separó— ¿Dormiste bien, bombón?

A decir verdad había dormido como un bebé. Hasta se me había olvidado la preocupación que había tenido la noche anterior. Eso no quiere decir que me dejara de importar, claro.

—Dormí perfectamente —le respondí, colocando mis manos en su cintura para atraerla más a mí— ¿Tú dormiste bien, bonita?

Sus labios fueron hasta mi cuello y empezó a besar suavemente mi piel, mientras mis manos fueron hasta su camiseta, haciéndola a un lado, y acariciando su espalda desnuda.

Siguió besándome el cuello hasta que sus manos fueron hasta el botón de mi pantalón, con intención de desabrocharlo.

La cordura cruzó mi pensamiento.

—Tienes que llamar al médico —le dije, y ella rápidamente se separó de mí, para observarme.

—Quiero repetir lo de anoche —contestó como una niña pequeña, haciendo un puchero encantador.

—Y lo haremos, preciosa —le aseguré, sentándome sobre el colchón—, pero antes debes llamar al médico y luego iremos por un desayuno ¿Te parece bien?

Ella se lo pensó un rato hasta que aceptó. Se levantó de la cama y tomó mi mano para seguirla.

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