Fragmento 6: Vivir, duele

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Vivir me está doliendo más que morir.

E.J.

Dicen que todos en algún momento tenemos que rompernos, caer y caer hasta volvernos trizas, según es necesario para conocernos de verdad, para saber quién somos, si somos capaces de seguir y luchar por nosotros mismos. Es necesario caer hasta romper todos tus pedazos del alma para así descubrir que tienes mucho para dar, porque cuando caemos no queda otra opción de empezar a recoger todos nuestros pedazos para que así nosotros mismos los juntemos.

Suena estúpido pero es necesario que todos veamos la vida desde abajo, ver como ésta pasa sin esperar a nadie, ver cómo no haces falta en el mundo para que esté siga girando, y ver cómo no le importas a nadie. Y no me mal entiendas, puede que hayan muchas personas que te tengan afecto, te amen y seas muy importante en sus vidas, pero no porque tú te detengas, no porque tú mueras ellos también lo harán o dejarán de vivir por ti ¿O sí?

¿Ves? En realidad no le importas a nadie, solo te tienen afecto. Y eso está bien, más que bien, es excelente, pero tienes que saber entenderlo. No porque sepas que no le importas a nadie vas y dejas de hablar con ellos, no porque no le importas a nadie vas y dejas de socializar. No, así no, vives y vives sin importar opinión ajena, sin imponer límites, sin dejar que nadie te lastime, porque al final la única que siempre estará contigo eres tú misma.

La vida puede llegar a ser una mierda injusta sin remedio y eso Mía Davies lo sabe muy bien, pero así como hay personas que se cansan de vivir, hay personas como Mía quiénes ya no quieren sentir, ni dolor, ni felicidad ni tristeza y buscan una forma de drenar ese dolor, esa frustración que te hace querer gritar, que te hacer ser un hija de puta con las demás personas, que te hacen llorar sin remedio, que te destruyen poco a poco.

Y por eso ella se encuentra ahí, en medio de su dormitorio a las 2:36AM con sus manos echas puño en el lavamanos y gruesas lágrimas bajando por sus mejillas sin control, y solo hay una razón; perdió la batalla y el reloj llegó a cero.

No quiere aceptar la derrota, no quiere aceptar que desde hace un tiempo su brillo se apagó, que respirar duele, sonreír quema, y verse al espejo y que esos ojos que antes brillaban ahora estén apagados, dejando una huella imborrable de que por primera vez, perdió. Y no es cualquier contrincante, perdió contra ella misma, se rindió antes sus demonios y bajó la cabeza.

Y ya no hay quién paré la tormenta.

Respira hondo sin saber cómo detenerse, sin saber cómo callar aquellos pensamientos que la destruyen y dominan poco a poco.

«Hazlo, házlo, házlo »

Sus ojos se cierran con fuerza y vuelve a tomar aire, al abrirlos se van en dirección al lavamanos más específicamente a dónde se encuentran dos hojas de corte, finas de color gris, brillando como la mejor de las opciones.

« Házlo Mía, corta, házlo »

Sus manos la cuales se encontraban echas puño se abren para tomar una de la cuchillas, tiemblan sin parar haciendo que la cuchilla resbale y caiga más allá de su alcance.

«Respira, respira»

Se repetía para no perder el control, en el punto en que se encontraba, solo estaba conteniendo todo para no perderse totalmente, estaba tratando de evitar lo inevitable.

Al final, sus manos agarraron con firmeza la cuchilla llevándola hasta su muñeca izquierda sin titubear, respirando hondo Mía acercó la cuchilla por completo hasta hundirla sin pensarlo dos veces en ese punto dónde sabía que podía llevar hasta cortar las venas de su muñeca.

Había leído del procedimiento hace unos días, cuando tomó la decisión de no querer sentir más, de rendirse y buscar una solución, para ella eso era su único escape.

« Vamos, sigue así, corta otro poco más »

Sangre comenzó a salir machando el piso, sus manos y camisón, nada de eso le importó, lo único que le importaba era seguir cortando para drenar el dolor de su alma.

«Solo así podré descansar »

Nuevamente acercó la cuchilla e hizo un corte ésta vez más profundo el cual le arrancó una jadeo y su respiración se volvió más pesada y elaborada. Tuvo que recostarse en la pared a su espalda para seguir con la travesía, no se iba a rendir solo porque doliera, al fin y al cabo ese era el punto, tenía que doler.

Cuando estaba estaba por hacer el tercer corte pasos se comenzaron a escuchar dentro de la habitación y maldijo internamente por su estupidez, había olvidado cerrar la puerta principal y así también poner pestillo a la puerta del baño.

Solo bastaron cinco minutos para que la puerta fuera abierta de golpe dando paso a Michael quién miraba la escena pasmado.

Mía ya se encontraba lo suficientemente débil como para no sostenerse por sí sola, soltando la cuchilla se dejó caer suavemente hasta llegar al piso.

Michael salió corriendo en su dirección sin importarle que sus músculos estuvieran rígidos y dolieran.

Llegó hasta donde estaba su hermana pequeña recorriendo con la mirada la herida abierta y luego viendo como los ojos de su hermana luchaban por mantenerse abiertos. Teniendo en cuenta que era esclava de una enfermedad no era difícil adivinar porqué todo ocurría tan fácil y rápido.

por eso y decidió hacerlo

Sacó una tela de las que habían a la esquina del excusado y tomó su muñeca haciendo presión en esta para que así dejará de sangrar. Así también sacó su celular y llamó a emergencias.

— 911 ¿Cuál es su emergencia?

—M-mi hermana acaba d-de intentar suicidarse —Explicó sin respirar, dejando en silencio a la otra persona.—P-por favor necesito una ambulancia.

— Ya vamos en camino.

Cortó la llamada sin más tirando su celular y tomando en brazos a su hermana, temblando al verla así, tan pequeña y frágil como nunca antes.

Acercó su boca dejando un beso en su frente y a su vez susurrando:

— Mía ¿Qué has hecho? —Le preguntó y los ojos de la chica se cerraron sin responder. —No me puedes dejar tú también, no puedes, por favor...

¿Y sí reescribimos las estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora