Fragmento 10: Diane& Mía

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¿Las brujas existen?

La lluvia caía fuertemente empapando toda la ciudad de Cromaffo, un manto grisáceo cubriéndola, una niña de aproximadamente cinco años se encontraba en el ventanal de la casona viendo la lluvia caer cuando de la nada se escucha un estruendo y luego el fuerte trueno retumba por todo el corredor, ella se sale corriendo en dirección al cuarto de la única persona que podía disipar el miedo, llegó y la encontró buscando en el libro de leyendas, como todas las noches. Está vez sí que había elegido uno nuevo.

La pequeña se sorprendió por el título.

La bruja de Wookey Hole-leyó la niña.

— ¿Las brujas existen? —Preguntó confusa, su madre la miró con ternura y asintió, la instó a pasar y la sentó en sus piernas poco después empezó a contar la historia de una leyenda famosa en un pueblo muy lejano.

— Hace mucho, mucho tiempo, en las profundidades de las cuevas de Wookey Hole, vivía la malvada bruja de Wookey. —Citó con voz dulce.— Tras una época de diversas desgracias los habitantes de Wookey imploraron al abad de Glastonbury que enviara alguien a protegerles de la temible hechicera. El abad envió al padre Bernard, que era un monje benedictino y un experto exorcista.

<<Bernard fue a ver a la bruja, a la que encontró removiendo un caldero. Cuando se dispuso a hablar con ella la bruja corrió al interior de la cueva maldiciendo. El padre no dudó en ir tras ella, pasando por un estrecho pasaje, conocido como la Escalera del Infierno.

<<Cuando por fin estaba frente a frente a la anciana el padre tomo agua de un pequeño riachuelo subterráneo, la bendijo y la lanzó contra la mujer, que inmediatamente se transformó en piedra. Hoy todavía puedes ver la figura petrificada en el interior de la que dicen era la bruja que habitaba hace siglos estas cuevas. —Finalizó cerrando el libro y dejándolo en la mesita de noche.

La pequeña frunció el ceño y sus ojos de diferentes colores miraron con duda a su madre.

— ¿Y por qué lo hicieron? ¿Ella era mala? —Preguntó curiosa.

Su madre le sonrió orgullosa por haberse percatado de eso.

— Exactamente ahí terroncito, los mundanos solo le temían porque desconocían lo que ella hacía en su cueva y su miedo era que algún día ella atacará...

— Pero nunca lo hizo. —Terminó la pequeña.

— No, jamás lo hizo, y lo que ella quería era lograr un hechizo que venía intentando durante los últimos años...

— ¿Y cuál era? —Preguntó ella y su madre la acomodó mejor en sus piernas para que así quedarán ambas frente a la otra.

— Resurrección. —Respondió su madre, el color verde esmeralda de sus ojos mirando fijamente los ojos de su hija. — Quería traer a la vida a su familia, familia que los humanos le arrebataron, pero no lo logró, porque ellos acabaron con ella también.

— Eso es muy cruel, mami . —La niña hizo una mueca, sus pequeños labios frunciendose.

— Lo sé pero, así son los humanos, crueles, cuando algo se les sale de las manos y desconocen ese algo, suelen actuar de la peor manera.

— Muerte. —Dijo la pequeña deduciendo que era eso la peor manera que podían actuar.

— ¿Qué piensas de la muerte, Mía? —La niña la miró confusa porque ella no solía llamarla así y mucho menos tocar ese tema.

— La muerte es lo que le da sentido a la vida, estamos vivos y todos vamos a morir ¿No? —Preguntó, su madre asintió dándole la razón y orgullosa por haber ido criando bien a su pequeña.

— ¿Y no te da miedo? —Le preguntó entonces intrigada por saber la respuesta.

— No.—Respondió segura.

— ¿Por qué no? —Preguntó la mujer sonriendo.

— Porque mi abuelo dice, que no deberíamos temerle a algo que es natural, lo que deberíamos temerle, es a no poder vivir y dejar que los problemas acaben con nuestros objetivos. —Citó lo que alguna vez había escuchado decir al viejo de su abuelo.

— Exactamente terroncito.

¿Y sí reescribimos las estrellas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora