Uno

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Por un momento, Enzo pensó que el calor insoportable de diciembre lo estaba haciendo delirar. Revisó por sexta vez el WhatsApp que su amigo Matías le había enviado, y aunque las palabras tenían todo el sentido del mundo, algo le hacía pensar que estaba entendiendo todo mal.

Empezó a escribir un mensaje para confirmar que no estaba soñando, pero antes de poder enviarlo Matías le ganó de mano con un audio. Al reproducirlo, Enzo no tuvo otra que aceptar que lo que había leído unos segundos atrás era cierto.

Enzo, boludo. Confirmame ya que tampoco lo podemos dejar colgado a Julián, todavía que va a hacer una juntada acá antes de volverse a Calchín. Yo te dije que Juli seguro se mandaba alguna así. No seas gil y decime si podés mañana, el jueves él ya se va para Córdoba. Si no me respondés en cinco minutos te llamo eh.

Enzo trató de aguantarse la risa, aunque no había nadie más en la casa para mirarlo raro. Matías solía hablar en una catarata de palabras y dando por sentado que tenía la razón absoluta. El audio que acababa de escuchar era fiel reflejo de eso.

Se dejó caer en el sillón más grande del living y se cubrió el rostro con ambas manos. Su celular quedó olvidado en algún punto entre los almohadones, iluminándose con cada mensaje que entraba a un grupo distinto de WhatsApp. La televisión de la cocina estaba prendida y podía escuchar al periodista entrevistando a la gente en la autopista que continuaba con el festejo por el título mundial aunque ya se supiera que los jugadores no iban a llegar al obelisco.

Jugadores entre los que estaba Julián Álvarez, flamante golden boy del Mundial de Qatar, promesa y presente del City, y el pibe que le había robado el corazón hacía demasiado años para mantener la cuenta.

Enzo arrastró las manos por su rostro, la frustración patente en cada fibra de su ser. No podía creer que a esta altura de la vida seguía sin superarlo. Aunque en cierta forma el universo se lo había puesto difícil. Cada vez que veían un partido de River con sus hermanos, Julián estaba ahí haciendo gol tras gol. Después invadió sus fines de semana de Premier League con su papá, sonriendo para las cámaras europeas entre los brazos de sus compañeros del City. Y ese último mes habría sido imposible fingir que el chico de Calchín no existía: su cara estaba en todos lados, sus fotos abrazando a Messi tal como siempre lo había soñado, sus goles en cada pantalla, su sonrisa levantando la copa del mundo en cada portal de noticias que revisaba.

El tono de llamada de su celular lo sacó del torbellino de emociones. Comprobó que se trataba de Matías y cortó inmediatamente. Para atajarse de la bronca de su amigo, abrió casi al mismo tiempo su chat de WhatsApp.

Enzo

ok si puedo mañana

gracias por la gestion loco

no se como mierda hiciste para hablar con julián

Mati

Vos siempre confi en mi que nunca te voy a dejar en banda

Enzo soltó una risa y escribió un último mensaje antes de bloquear el teléfono.

Enzo

dale, no te hagas el más pijudo que despues no tenes como dibujarla jaja

avisame cuando sepas dónde nos juntamos mañana

Y así de la nada, su tarde aburrida de martes se había convertido en un quilombo de emociones porque al día siguiente iba a volver a ver a Julián después de meses, o más precisamente años. Apenas si lo había podido saludar la última vez que había estado con un rato libre por Buenos Aires, unos días antes de irse para Manchester. Antes de eso prácticamente nunca habían tenido ocasión de verse, pero Enzo seguía cada paso de su vida a través de Instagram, y atesoraba cada vez que recibía un Me gusta o reacción de su antiguo mejor amigo.

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora