Quince

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Usualmente Julián necesitaba unos cuantos minutos después de levantarse para volver a estar totalmente consciente. Esta vez, mientras caminaba por el pasillo con los ojos hinchados, el sueño se le fue de un plumazo cuando notó la puerta de la segunda habitación entreabierta y recordó de sopetón quién estaba durmiendo del otro lado.

De pie frente a la pieza que ahora se había convertido de Enzo, dudó por un momento si despertarlo o no. Un rápido vistazo al living que apenas estaba iluminado por las primeras luces del amanecer lo convencieron de que era mejor dejarlo dormir un rato más.

Siguió entonces su camino, cumpliendo con la rutina habitual de las mañana cuando tenía partido o entrenamiento. Por suerte las acciones ya podía hacerlas casi de modo automáticas, porque la gran mayoría de su cerebro estaba mucho más preocupada en imaginarse que se debía ver Enzo dormido en ese momento. Tal vez por eso y por el ruido de la pava eléctrica fue que no notó la presencia de su amigo hasta que se aclaró la garganta apenas a unos pasos de él. El salto que pegó Juli les sacó risas a los dos.

–Buen día. –Julián mentiría si dijera que la voz rasposa de Enzo no lo afectaba un montón. Por ese motivo guardó silencio mientras lo observó acercarse hasta apoyar la cadera contra la mesa–. ¿Ibas a desayunar sin mi, forro? –El pequeño insulto quedaba totalmente atenuado con la sonrisa pícara y sus ojos entrecerrados por el sueño.

–Es re temprano –se excusó Juli cuando por fin volvió a encontrar la voz en su garganta–. Te iba a despertar cuando estuviera por salir.

–Muy mal, te dije que quería desayunar con vos antes de que te fueras.

–¿Vas a querer café?

Enzo se tomó la interrupción de buena gana y asintió dos veces para aceptar su oferta. Mientras Juli alcanzaba una taza de la alacena, él pasó a ubicarse en la mesita de la cocina y se quedó tan quieto que Julián llegó a pensar que se había quedado dormido sentado.

Julián preparó café con leche para los dos y llevó las tazas a la mesa antes de volver a buscar las tostadas. En el camino se cruzó con la caja de muffins del día anterior y consideró seriamente cubrirse la cara con ambas manos para pasar la ola de vergüenza que le pasó de pronto por encima. Todavía no podía creer que realmente le habían mandado muffins decorados por el día de San Valentín y que él había sido tan boludo de ni siquiera fijarse cuando le habían traído el pedido. La cara de Enzo cuando los sacó de la caja había sido un poema y a Juli no sé le ocurrió mejor idea que reírse de la situación aunque al mismo tiempo se le estrujara el corazón al ver el rechazo de su amigo.

En cuanto las tostadas estuvieron listas las pasó a un plato y agarró también la estúpida caja de muffins para llevarlos a la mesa así los terminaban. Había que mantener la imagen de desinterés.

Enzo ya había empezado a tomar su café y se lo veía bastante más atento que unos minutos atrás. Julián lo imitó sin decir mucho más, disfrutando del café justo como le gustaba. Podía sentir cómo su cerebro se activaba y comenzaba a prepararlo para el día. Mientras tanto también se daba el gusto de mirar disimuladamente a Enzo al tiempo que intentaba con fuerza no pensar en lo mucho que se sentía a gusto desayunando con su amigo al otro lado de la mesa.

–¿A qué hora te tenés que ir?

La pregunta lo sacó de su ensueño mucho más rápido de lo que hubiera querido.

–Antes de las diez ya debería estar allá.

–Apurate con eso entonces, llevás como dos minutos mirando a la nada pensando en todo –le recriminó Enzo con una media sonrisa mientras señalaba vagamente la taza y las tostadas. Juli puso los ojos en blanco y le dio un nuevo trago a su café como respuesta.

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora