Veinticinco

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El sonido del botín impactando con la pelota le dio la primera indicación de que el tiro había salido tal y como lo esperaba. Al otro lado de los diez metros que los separaban, Gero Rulli voló estirándose todo lo que pudo, pero a pesar de su mejor esfuerzo la pelota pasó por encima de su guante y entró perfectamente al arco.

La risa de su compañero desde el suelo se le pegó mientras trotaba para ayudarlo a levantarse. Gero aceptó la mano con una amplia sonrisa y le palmeó el hombro antes de ir a buscar la pelota.

–Así sí, Juli. No te lo ataja nadie si pateas así.

–Che, ¿no piensan venir a almorzar ustedes? –El grito de Martín los tomó por sorpresa. Todavía sonriendo, le hicieron señas para indicar que ya iban en camino y el entrenador de arqueros les devolvió dos pulgares en alto.

–Nos van a dejar sin papas para las milanesas –comentó Juli resignado y aunque Gero asintió mostrando que estaba de acuerdo, ninguno de los dos apuró el paso.

Gero lo observaba de costado, probablemente intentando ser sutil, pero sin lograrlo del todo. Cuando entraron al edificio y en vistas de que su amigo no dejaba de mirarlo, Julián le dio un codazo suave.

–¿Qué te pasa?

–Nada, nada. –Julián aguantó el silencio, esperando que Gero diera el brazo a torcer–. Pasa que te veo bien. Más relajado, no sé. ¿Te estás adaptando mejor al club y todo eso?

Julián ladeó la cabeza, invirtiendo los roles para pasar a ser él quien miraba atentamente al otro. Gero siempre se había caracterizado por ser muy observador, algo que aprovechaba tanto en lo profesional como en lo personal, y parecía que también en darse cuenta que Juli había vivido un cambio desde la última vez que se habían visto.

Se imaginó así mismo en las últimas convocatorias antes del mundial y al mes que pasaron en Catar. Pensó en todo lo que había pasado después y en su regreso a Mánchester. Lejos de recordar su tiempo con el equipo o en la cancha, lo primero que vino a su mente fue la última tarde con solcito que aprovecharon con Enzo para tomar mate en el balcón

–La verdad que sí –respondió al mismo tiempo que soltaba el aire–. Sí, estoy mejor.

–Se nota, me alegro.

Ya se escuchaba a lo lejos el ruido de la gente charlando mientras comían. Gero le dio un medio abrazo rápido, apenas pegándolo a su costado, antes de darle un empujón y retarlo a ver quién llegaba primero al comedor.

..

Después del almuerzo tenían casi siempre un espacio de tiempo para dormir la siesta, pero el solcito de la tarde invitaba a extender la sobremesa con truco y mate, por lo que casi todo el plantel se quedó dando vuelta en el comedor o en el patio al que daban las grandes puertas ventana.

Los Nuevitos iban por la tercera ronda de mate cuando Taglia se sumó a la ronda. Se habían sentado un poco alejados del resto para tener una mejor vista de Alexis, Cache y Nico Gonzalez haciendo jueguitos con la pelota. Cuti llevaba las apuestas de cuánto iban a tardar en romper algo.

–Esos hasta que no le den a una ventana no van de dejar de joder –comentó Taglia entre risas mientras aceptaba agradecido el mate que le pasó Juli.

–Si no están jugando al chinchón se mandan cagadas –agregó Cuti con una mueca de burla.

–Eh, más respeto con el chinchón, vos. –Licha le dio un empujón en el hombro al que Cuti respondió poniendo los ojos en blanco–. Nico metele con el mate que no tenemos toda la tarde.

–Relajá, Lisandro. ¿Quién te apura?

Más allá de la protesta, Taglia se apuró a terminar el mate y se lo devolvió bajo la atenta y divertida mirada de Licha.

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora