Veinticuatro

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No había duda de que la fiebre era odiosa. Enzo detestaba la forma en la que todo el cuerpo se le destemplaba conforme se pasaba el efecto de los remedios. El dolor de cabeza era horrible también, especialmente cuando se ponía tan intenso que no podía mirar ningún tipo de pantalla y no le quedaba otra opción más que dormir para pasar el tiempo. Pero sin duda alguna, lo peor de la neumonía tenía que ser la tos que sacudía con fuerza su cuerpo adolorido y le rasgaba la garganta que ya estaba al rojo vivo.

Maxi lo miraba con una mueca empática mientras sostenía un vaso de agua a la espera de que el presente ataque de tos terminara. Al menos esa vez no había terminado con arcadas frente al otro chico. Cuando por fin pudo respirar con relativa facilidad, sus pulmones parecían protestar cada vez que tenían que expandirse, aceptó el agua y se tomó las pastillas antes de ponerse a pensar mucho en el tamaño de cada una.

–¿Necesitás algo más? –preguntó Maxi acercándose un poco más al borde de la cama. Enzo negó lentamente–. Me voy entonces así dormís, tenés pinta de que caes en cualquier momento.

–No sé por qué si llevo medio día durmiendo –se quejó Enzo y le sacó unas risas suaves a Maxi–. Gracias por el almuerzo, en serio.

–Ni te preocupes, llamame si necesitás alguna otra cosa. Creo que en unos días me toca volver a venir.

–¿Te toca?

–Sí, la señora de Phil está organizando todo –explicó con una risita mientras buscaba la campera que había quedado sobre el escritorio de la habitación–. Yo solo sigo órdenes.

–Y yo que pensé que venías porque eras amigo mío, qué decepción –respondió Enzo con un tono lastimero exagerado a pesar de que levantar la voz le hacía doler la garganta.

–Eso también –se apresuró a responder Maxi abriendo mucho los ojos como si quisiera convencerlo de que estaba siendo honesto. Enzo se carcajeó por lo bajo y sacudió una mano en el aire para que no se preocupara–. ¿Juli y Licha ya están en Argentina?

–Sí, llegaron más temprano.

–Buenísimo, ojalá hayan podido dormir un poco antes de entrenar. –Maxi revisó sus bolsillos para asegurarse que tenía todas sus pertenencias y lo saludó a Enzo a la distancia–. Bueno, me voy ya. Avisanos si necesitás algo.

Enzo lo saludó desde la cama y suspiró cuando se encontró de nuevo solo.

Tenía que reconocer que le emocionaba el hecho de que los amigos de Juli, tal vez también suyos a esa altura, se tomaran el trabajo de ir a ver cómo estaba y hacerle compañía. El problema era que cuando lo visitaban, no podía evitar fingir que estaba mejor de lo que realmente se sentía y eso lo agotaba aún más.

Revisó el celular y respondió algunos mensajes en el grupo de la familia antes de comprobar que Juli no le había mandado nada nuevo después del aviso de que habían llegado y una foto con Alexis en su habitación del predio de la AFA.

Se sacó una foto haciendo un puchero y la mandó junto con su queja porque el dolor de cabeza intenso volvía cada vez que le subía un poco la fiebre. Después contempló la posibilidad de ver algo para distraerse, pero decidió que lo mejor era seguir la sugerencia de Maxi y dormirse cuanto antes. Al menos así el día se le iba a pasar más rápido.

-

Unas cuantas horas después, Enzo se despertó de su segunda o tercera siesta bastante desorientado. Le tomó unos segundos recordar dónde estaba y lo primero que pudo elaborar mentalmente fue el alivio de tener una temperatura corporal normal. Aún así, el cuerpo le dolía y su pecho protestaba si respiraba profundo, pero todo era mucho más tolerable sin la fiebre.

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora