Dos

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Sentado en el patio de una casa desconocida tomando fernet con coca, Enzo pensaba que a lo mejor había exagerado un montón con el pánico que había sentido el día anterior. Julián lo había recibido con una linda sonrisa y un corto abrazo. Casi como a todo el mundo, aunque si lo presionaban quizás podría reconocer que su abrazo fue un poco más largo que los demás. Eso bastó para tranquilizar los escenarios más dramáticos de su corazón.

También le vino bien que Julián no hubiera invitado a mucha gente aparte de su grupito. Y si Enzo se lo ponía a pensar, tenía mucho sentido. Juli siempre había sido más bien tímido y muy selectivo con sus amigos. Eso sí, una vez que entrabas a su círculo de confianza, era el mejor amigo que te pudieras imaginar.

El sol ya estaba cercano al horizonte, pero la cálida tarde de verano invitaba a quedarse un rato más al aire libre, disfrutando la luz dorada que bañaba el patio. Hacía un rato que no veía a Mati, se había copado charlando con unos chicos con los que tenía amigos en común. Enzo también había encontrado charla, especialmente contando anécdotas de cuando compartían pieza con Julián y de sus alumnos del equipo de más chiquitos que entrenaba. Varios estaban empezando a irse, pero Enzo dependía de Mati para la movilidad. Así que había decidido salir a hacer un poco de tiempo.

–¿Desde cuándo sos vos el que está calladito en las juntadas? –Enzo pegó un salto de sorpresa al escuchar a Julián. El mayor se rió en su cara y se sentó a su lado en el escalón, por lo que aprovechó para meterle un codazo–. Bueno, che. Si es posta lo que te digo. El que se iba para quedarse solo siempre fui yo, ¿no te acordás?

Enzo puso los ojos en blanco.

–Obvio que me acuerdo, ni que hubiera sido hace 20 años. –Para llenar el silencio Enzo le ofreció su vaso al otro para que tome algo de fernet–. ¿Y qué onda?

–¿Con qué?

–Con la cotización del dólar –soltó Enzo con una risa socarrona–. Con qué va a hacer, boludo. Qué onda ser campeón del mundo, no sé. Jugar con Messi. Tenés como mil cosas para contarme...

Julián se rió y el menor saboreó el sonido como si fuera el primer vaso de agua después de jugar un partido al rayo del sol de mediodía. Lo observó mientras tomaba un trago de fernet y recibió el vaso.

–Sabés –empezó Juli mirándolo, después pareció dudar y al final volvió a hablar mirando las nubes doradas–, si nos hubiéramos seguido hablando ya sabrías todo eso.

Enzo tragó saliva y se quedó mirando el perfil del otro. El campeón del mundo dejó pasar unos segundos y después suspiró. Cuando se giró para mirar a Enzo tenía una sonrisa sincera que le dio algo de tranquilidad al menor.

–No me mires con esa cara, gil. Está todo bien –agregó para tranquilizarlo y Enzo casi siente ganas de llorar. En su lugar le regaló una sonrisa e hizo que se chocaran sus rodillas como gesto de amistad.

–Bueno, contame entonces qué onda Messi –le pidió tirando un poco de la manga de Julián, consiguiendo que éste se riera.

Empezaron entonces a charlar mientras la tarde seguía su curso y la oscuridad los rodeaba poco a poco. El verano les ofrecía una temperatura agradable aún al caer la noche y la elegante iluminación del jardín cortaba con delicadeza la penumbra. El vaso de fernet había quedado vacío y olvidado hacía un rato. Los dos muchachos mientras seguían hablando, recorriendo más que nada las vivencias de Julián en el mundial al tiempo que las contrastaban con lo que había vivido Enzo desde Argentina.

–Osea, te juro por Dios que me tuve que tirar al piso para el alargue de Holanda. No me daban las piernas, no me daban los pulmones. Nada.

Julián soltó una nueva carcajada y negó con la cabeza.

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora