Veintitrés

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Desde la cocina, escuchaba la voz de Valentina mientras cambiaba la yerba ya vieja del mate y fue en mitad de esta acción que Enzo se dio cuenta que extrañaba bastante las tardes compartidas con su amiga chusmeando sobre sus trabajos y sus salidas de los findes.

Le resultaba un poco raro escuchar de la vida en Argentina que seguía su curso normal, con sus amigos retomando la cursada después de las vacaciones y los trabajos de todos continuando como siempre. Era extraño verse tan lejos de ese día a día que hasta hacía un mes era también el propio.

De nuevo en la mesa y con el mate listo, se vio preso de la mirada inquisidora de Valentina.

–Ya te estuve hablando como media hora de las cosas de acá. Contame qué onda por allá, ¿qué tal los preparativos para la vuelta?

Su respuesta se vio interrumpida por una tos seca que requirió tomar un trago de mate para poder calmar el ardor en su garganta.

–¿Estás enfermo?

–No, el otro día me agarró la lluvia y tomé frío –explicó lo más rápido que pudo. Sentía que llevaba una semana entera repitiendo la misma explicación–. Me ha quedado la garganta medio molesta nada más.

–Hmm. –Valentina no está convencida, podía verlo–. Estate atento a la tos esa igual, suena medio fea.

–Julián ya está atento por los dos, no te preocupes.

El silencio después de su respuesta le rogaba que agregara algo más a la conversación, pero se entretuvo cebando un nuevo mate como si no notara que Valentina lo observaba con los brazos cruzados. A lo mejor si fingía demencia el suficiente rato su amiga se olvidaría del tema.

–Bueno, ya que lo mencionás al rey de Roma...

O no.

–¿Qué onda? –insistió ella, poniendo el tono de voz que siempre usaba para intentar razonar con Enzo cuando estaba empacado con algo–. ¿No han hablado nada más después de la charlita en el viaje?

–No y la verdad, ya no sé si vale la pena hablar de nada más, Valu.

Su amiga frunció el ceño y se acercó un poco más a la cámara.

–Me suena a que sí que tenés algo que charlar con él. ¿Qué pasó?

Enzo miró alrededor, temiendo irracionalmente que Juli fuera a aparecer por la puerta a pesar de que sabía que estaba en el centro haciendo trámites. Había salido apenas terminaron de almorzar para dejar todo listo antes de que empezaran los partidos de Champions.

Sintió el peso de las palabras que iba a decir incluso antes de abrir la boca. En su pequeña imagen en la esquina del celular, pudo ver cómo sus hombros caían, dándole una apariencia derrotada.

–Trato de no darle muchas vueltas pero últimamente. Quiero creer que no soy tonto y hay algo más ahí. –Velen hizo un sonido como pidiéndole que elaborara más. Se encogió de hombros mientras repasaba mentalmente los últimos días con Juli–. Estamos más pegotes. Compartimos todavía más tiempo juntos. Y a veces me da la sensación que él está a punto de decir algo también.

–¿Pero?

Enzo soltó el aire que estaba conteniendo con tanta fuerza que hasta sintió un pequeño mareo.

–Pero me voy el sábado. El lunes que viene vuelvo a la realidad y ya está. Cuanto antes lo acepte mejor, ya me está doliendo un montón así como estamos.

–¿Preferís quedarte con la duda toda la vida?

–Prefiero mantener a Juli en mi vida. Después de todo lo que nos costó volver a ser amigos, no me la voy a mandar a cuatro días de irme.

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora