Cuatro

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Enzo abrió la puerta de su casa y se encontró con sus papás tomando mate en la mesa del living-comedor.

–Ah, miren quién se dignó a venir –soltó su papá como única bienvenida mientras le pasaba el mate a su esposa. La media sonrisa en su rostro delataba que no estaba verdaderamente molesto, pero Enzo no pudo evitar resoplar–. Encima viene con actitud. Le tendrías que estar pidiendo perdón a tu madre por asustarla.

Con esto, Enzo miró a Marta como esperando escuchar su veredicto. Si bien ya estaba grandecito para irle diciendo a sus viejos a dónde iba en cada momento, tampoco había tenido la intención de preocuparlos. La mujer terminó de tomar el mate en silencio y después le devolvió el vaso a su marido.

–Más que perdón, quiero que me cuentes qué pasó con nuestro campeón del mundo –respondió finalmente con una sonrisa pícara.

–¡Mamáaa!

Enzo enterró la cara en sus brazos sobre la mesa para ocultar lo que debía ser un muy evidente rubor. Las carcajadas de su papá no hicieron nada por aliviar la vergüenza que sentía en ese momento.

–Los odio –soltó sin mucha bronca, su voz amortiguada por sus propios brazos.

Sintió la mano de su mamá en sus omóplatos como queriendo darle consuelo, pero no se iba a dejar engañar tan fácilmente. Sabía que era una estrategia para tratar de sacarle más información.

–Dale, hijito. Contanos, ya te dije ayer que nos gustaba como yerno. ¿O no, Raúl?

–No bueno, basta. Primero que si hubiera pasado algo, ustedes dos serían los últimos a los que les contaría. Son mis viejos. Segundo, –Tuvo que contener una sonrisa al recordar la secuencia con Juli esa mañana.– no pasó nada, se están haciendo la cabeza al pedo. Somos amigos con Juli, nada más. Y tercero, les mandó saludos.

Supo inmediatamente que se había equivocado cuando los dos empezaron a hablar de lo simpático que fue siempre Julián a pesar de ser tan tímido. Enzo los dejó hablar un rato porque no tenía energía ni ganas para discutir. Saber que era imposible ser más que un amigo para Juli no evitaba que le doliera un poco el corazón al escuchar las fantasías de sus viejos sobre ellos dos.

–Bueno che, que si siguen así van a terminar alquilando un salón para el casorio –les dijo mientras se ponía de pie. Los dos se rieron ante la ocurrencia de su hijo menor. Enzo se enfocó en su mamá–. Si querés que todavía salgamos a comprar y volver a un horario medio normal, vamos ya. Que si no terminamos almorzando re tarde.

–Vamos, vamos. Si yo te estaba esperando a vos, caradura.

El resto del día se le pasó a Enzo entre el viaje en micro al centro con su mamá, elegir un buzo de los que están de moda que le pudiera buscar a su prima, y renegar en el supermercado para conseguir todo lo que necesitaban para comer sin fundirse. Internamente agradeció que su mamá no lo siguiera molestando con Julián, pero sabía que en algún momento lo iba a agarrar para que le contara en serio cómo había estado la juntada.

Como había temido, llegaron medio tarde a almorzar. Por suerte los jueves solo tenía entrenamiento con el grupo de adolescentes a la tarde. Por eso mismo tampoco protestó mucho cuando su hermano Gonzalo se borró y le dejó todos los platos para lavar. Le vino bien que su mamá tenía que ir a visitar a una amiga y no pudo aprovechar el momento para hacerle un interrogatorio.

Cuando por fin entró a su habitación y se dejó caer en la cama le dio la sensación que la mañana con Julián había pasado en otra vida. No se sentía realmente cansado, pero al mismo tiempo pensar en todo lo que había pasado en las últimas 24 horas lo drenaba de energía. ¿Había sido todo real?

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora