Veintiséis

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El clima de Mánchester aún no daba muchas pistas de la llegada de la primavera, pero las tardes más largas servían de prueba suficiente. Enzo apreciaba particularmente la luz dorada que se filtraba en el departamento a través de las grandes ventanas. Unos diez días atrás a esa hora ya casi podía ver las estrellas, pero en ese momento los ya risueños ojos de Juli brillaban aún más con esa iluminación.

Sin dejar de escuchar el relato de una partida épica de truco en pleno viaje a Madrid, Enzo se acomodó mejor en el sillón, desdoblando las piernas y acomodándolas con cuidado sobre el regazo de Juli. Su amigo instintivamente se aferró a sus tobillos, recostando un poco de su peso sobre estos. En ningún momento sus palabras se vieron interrumpidas, como si ese tipo de contacto entre ellos fuera habitual.

Enzo sintió las ya familiares mariposas revolotear en su estómago.

Desde que Juli había llegado de Argentina casi no habían parado de hablar. Parecía que los diez días de separación les habían dejado montañas de material para compartir con el otro, y eso que habitualmente parecía que siempre tenían un tema conversación nuevo. Alguna anécdota que no habían compartido, algún dato curioso que alguno de los dos había aprendido.

Solo se interrumpieron cuando Juli tuvo que ir al gimnasio, pero al regresar se habían acomodado en el sillón y la charla siguió como si no se hubieran detenido nunca. Enzo sentía que los dos estaban tratando de recuperar el tiempo perdido. Por su parte sabía que cada historia, cada empujón, cada risa traviesa de Julián sanaba algo en su pecho que no se había dado cuenta que le dolía hasta que pudo abrazarlo de nuevo.

Cuando llegó la hora de irse a dormir, Enzo miró con una media sonrisa a la cama que de nuevo iba a compartir con Juli y se acostó de su lado. Se giró para poder ver la puerta del baño, desde donde espiaba a su amigo cepillándose los dientes. Intentó, con muy poco éxito, no distraerse con los shorts del piyama que le ajustaban las piernas. Con una risa disimulada volvió a ponerse de espaldas y suspiró.

Llevaban horas hablando casi sin parar, pero en ese momento se daba cuenta de que todavía tenía muchas cosas que preguntarle a Juli y otras tantas que quería contarle.

–¿Estás bien?

La pregunto lo tomó por sorpresa. Juli se rió de su cara de susto mientras se sentaba a su lado con la vista ya fija en el celular.

–¿Te conté que Becca trajo a los chicos ayer?

–Sabía yo que esas galletas que estaban en la cocina no las habías comprado vos.

La charla se extendió a la habitación a pesar de que apagaron las luces y pusieron las alarmas de sus dos celulares para asegurarse de que Juli no se levantara tarde por el jet lag. Poco a poco las pausas entre cada frase se fueron haciendo más largas. Mantener los ojos abiertos comenzó a ser un desafío, pero Enzo no quería soltar ese eterno reencuentro con Julián.

En algún momento, pasó de estar riéndose bajito con la frente apoyada en el hombro de su amigo a estar profundamente dormido.

La siguiente vez que abrió los ojos, el sol iluminaba la habitación

Estaba cerca de Juli, tanto que casi compartían almohada y podía sentir sus pies rozándose bajo la frazada. Tomó aire con cuidado y se alejó lentamente hasta alcanzar el celular en su mesa de luz. Todavía les quedaban cuarenta minutos.

Volvió a su posición anterior, tapándose un poco mejor. Desde allí podía ver el hombro de Julián y parte de su mejilla sonrosada por el sueño, además de los rulos deshechos que apuntaban en todas direcciones. Podía sentir el calor que irradiaba su cuerpo.

Enzo suspiró.

Era imposible negar que algo había cambiado entre los dos en esas últimas semanas. Un cambio que se hizo evidente con la llegada de Juli el día anterior. No se atrevía a ponerle nombre a ese cambio. Quería ser cauto antes de precipitarse y romper su corazón, pero no podía ignorar la energía diferente que los había envuelto desde ese primer abrazo de bienvenida.

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⏰ Última actualización: Nov 10 ⏰

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Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora