Diecisiete

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Los haces de sol se filtraban entre las nubes dispersas y, a pesar de que el frío se había intensificado, la tarde se seguía presentando lo suficientemente amable para que Enzo y Juli se sentaran en una de las mesitas exteriores del café que habían elegido.

–¿Posta que no venís más seguido al centro? –le preguntó Enzo por quinta vez en el día, mientras daba un primer sorbo tentativo al chocolate caliente y sonreía satisfecho.

Julián sacudió la cabeza para no repetir la negativa y en su lugar se concentró en las dos opciones de muffins que habían comprado. Terminó optando por el de chocolate con chispas. De las muchas cosas que le gustaban de Enzo, una muy grande era que siempre parecía saber cuándo darle tiempo para armar una respuesta.

–La verdad es que solo he venido para acompañar visitas –explicó antes de llevarse un trozo de muffin y después tomar del chocolate. Estaban las dos cosas particularmente ricas. Se encogió de hombros ante la mirada curiosa de Enzo–. No es tan divertido recorrer la ciudad solo.

Lo mismo no se podía decir de hacer esos paseos en compañía de Enzo. Al contrario, hacía mucho que no lo pasaba tan bien haciendo poco más que caminar y charlar con alguien.

Bueno, eso y enseñarle a Enzo cómo funcionaba el servicio del tranvía.

Aunque le había costado acostumbrarse al cambio de orientación, Juli seguía prefiriendo manejar. El tranvía lo había usado más como curiosidad cuando su familia vino de visita, pero sabía que era una forma súper cómoda de moverse por la ciudad. A Enzo le había parecido una maravilla, sobre todo por la puntualidad.

Se habían pasado la tarde visitando los puntos clásicos para turistas de Manchester, incluída una pequeña sesión de fotos frente a la catedral para que Enzo le mandara a su mamá. A Julián nunca le había llamado mucho la atención los edificios históricos o monumentos por el estilo, así que era un pésimo guía, pero por suerte a Enzo le gustaba googlear los lugares por los que pasaban para ver si tenían alguna historia interesante.

El cansancio los alcanzó mientras recorrían los pubs y cafés llenos de vida a lo largo de Canal Street. Allí fue que eligieron un local que estuviera menos concurrido y ocuparon una mesita donde el sol los alcanzaba de a ratos y el viento no los golpeaba con tanta fuerza.

Julián pestañeó un par de veces para volver a la realidad y tomó un poco más del chocolate.

–Che, me estabas contando de tu hermano recién y nos colgamos con lo del café. –Enzo bloqueó el celular que había estado mirando hasta hacía un segundo y miró a Juli con la frente arrugada, tratando de recordar lo último que habían hablado–. ¿Se va a casar con la novia entonces?

–No, ese es el tema justamente. Se van a vivir juntos nada más y ya me estoy imaginando lo que estarán diciendo en el pueblo.

–Pero ya me habías contado que llevaban un montón de años juntos, ¿no? ¿Tanto drama porque no se casen?

Julián se encogió de hombros y desvió la vista, tratando de encontrar una forma ligera de comentarle la situación.

–Es complicado –dijo finalmente, porque no le gustaba que el silencio se siguiera estirando–. Es esto de pueblo chico, infierno grande, honestamente.

Enzo compuso una expresión mucho más seria y dejó olvidado el muffin de limón que había estado comiendo hasta ese momento. Masticó lentamente mientras pensaba.

–¿Son muy conservadores?

–A ver, hay un poco de todo, pero como que hay cosas en general que la gente todavía mira mal aunque sean boludeces. Los papás de Agus, la novia de Rafa, son particularmente pesados. Muchos de mis tíos también...

Se parece a este rayo de sol | julián x enzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora